Se conmemorarán 95 años de la Semana Trágica. Enero de 1919 marca un momento crucial en la sociedad argentina que no suele tener la significación que merece en su seno, especialmente dentro del movimiento popular.

Durante más de una semana, las clases dominantes vivieron una verdadera ordalía cuyo salvajismo encuentra pocas similitudes en nuestra historia patria. Las víctimas preferidas fueron los trabajadores, sus organizaciones sindicales y sociales, sus bibliotecas, imprentas, centros culturales e incluso domicilios particulares –casas de inquilinato, conventillos-. Los fallecidos se contaron por decenas o centenas; los apaleados, torturados, presos y humillados por miles.

Dentro de los perseguidos, quien sufrió una particular persecución y hostilidad fue la colectividad judía. No por casualidad, esos terribles episodios suelen designarse como el “pogrom” de Buenos Aires, haciendo un paralelismo con las tropelías y asaltos que tan comúnmente se realizaban en la Rusia zarista y fueron uno de los motivos de la emigración judía.

Los “niños bien” –hijos de las clases oligárquicas-, amparados y auxiliados por la Policía y el Ejército, y con la bendición de jueces y legisladores, se organizaron y armaron en la Liga Patriótica. Saliendo del Jockey Club y del Círculo Naval, al grito de “mueran los judíos” asaltaron los barrios judíos, sembrando terror, muerte y desmanes de todo tipo, exactamente descriptos tanto por Pinie Katz como por Pinie Wald.

Transcurrió casi un siglo. En ese recorrido, hubo otras formaciones parapoliciales /paramilitares que ejercieron el terrorismo de estado sobre algún sector de la sociedad, al que consideraban apátrida subversivo: todo aquel que fuera diferente o amenazara el “orden” existente era pasible de ser calificado así, y consecuentemente, represaliado de manera brutal. Legión Cívica, Alianza Libertadora Nacionalista, Tacuara, Guardia Restauradora, Alianza Anticomunista Argentina son algunos de los nombres que marcan el camino andado por este tipo de tenebrosas organizaciones, que hoy se esconden legalmente bajo diversas denominaciones de fantasía y publicitan su odio a través de miles de páginas web.

En la actualidad está vigente el Estado de Derecho. La lucha del pueblo argentino ha logrado que se amplíen los marcos de los derechos humanos y las libertades civiles. Pero los juicios a los genocidas nostálgicos de la dictadura cívico-militar, el voto joven, el matrimonio igualitario, se contraponen con los numerosos casos de “gatillo fácil”, la violencia institucional o la designación de Milani al frente del Ejército.

La memoria es un filo lacerante. Su contraparte no es el olvido. Es la tolerancia con lo sucedido. El recuerdo de aquel pogrom debe llevarnos a la reflexión: si sucedió, ¿puede volver a suceder?; si no se repitió, ¿se aprendió? La Historia no es sinónimo de progreso. Hoy, en nuestro país, los diferentes son otros. Ya no son los portadores de ideas maximalistas o admiradores de la Revolución Rusa de 1917; tampoco los que profesan alguna otra religión. Son los pibes que usan gorrita, los pobres empujados a la marginalidad –simbólica y real-, los que no tienen nada frente a los que tienen algo, los que buscan “incluirse” a base del consumo de bienes materiales que se difunde como modelo de vida, son los migrantes –tanto nativos como extranjeros-, que no encuentran su lugar o son discriminados por “ser”.

Desde el ICUF (Idisher Cultur Farband / Federación de Entidades Judías de la Argentina) avalamos los progresos, rechazamos los retrocesos y nos seguimos embanderando con los bellos ideales de justicia, democracia, paz, equidad y dignidad para todo el género humano. Somos herederos y continuidad de aquellos que fueron (son) perseguidos o expulsados, y nos sentimos orgullosos de ello: es nuestro mejor patrimonio.

 

Sr. Marcelo Horestein | Secretario
Prof. Daniel Silber | Presidente