Volver al Boletín CeDoB Pinie Katz
El asesinato policial de George Floyd en Minneapolis, durante la primavera norteamericana del año 2020, inspiró un levantamiento a nivel nacional en las calles, en las escuelas, en los ayuntamientos y en las legislaturas locales y nacionales. Este movimiento, que se reunió bajo el lema #Black Lives Matter (Las vidas negras importan), fue liderado en gran medida por mujeres jóvenes negras, y se expandió por todos los sectores de las comunidades afroamericanas; desde los niños en edad escolar hasta los ancianos. Los veteranos del movimiento por los derechos civiles marcharon en las calles con sus nietos, mientras que los estudiantes de secundaria y preparatoria salieron de sus escuelas para participar en las manifestaciones semanales.
Este movimiento se centró en la violencia diaria infligida a los jóvenes negros, generalmente sin repercusiones ni responsabilidad; y denunció que no se trata de incidentes aislados. De hecho, desde que comenzó la rebelión #Black Lives Matter, más de 1.000 personas han sido asesinadas por la policía. Los negros tienen más probabilidades de ser víctimas de disparos policiales y más probabilidades de estar desarmados cuando son asesinados. Y aunque el racismo hacia los negros está en el centro de la violencia policial, latinos, inmigrantes, indígenas, asiáticos y blancos también están entre las víctimas.
Esto ha sido una constante en la vida de los afroamericanos desde la época de la esclavitud. Entre las primeras organizaciones policiales ya existían los grupos de «cazadores de esclavos». Se encargaban de capturar a los afroamericanos que huían de la esclavitud y devolverlos a las plantaciones. Durante el siglo XX, en el norte del país, cada una de las principales rebeliones urbanas de las comunidades negras fue a causa de la violencia policial: desde Harlem en 1935 hasta Los Ángeles, Detroit y Newark o Nueva Jersey, durante la década de 1960.
En este último período, a medida que el movimiento BLM se iba desarrollando entre los jóvenes, se iba conectando con los esfuerzos anteriores para enfrentarse a los sistemas policiales y penitenciarios, tal como el “Movimiento de Abolición de las Prisiones” o “Resistencia Crítica”, dirigido por la activista y teórica revolucionaria Angela Davis, quien también fue presa política. El Movimiento luchaba dentro del sistema penitenciario, y también concientizando contra el racismo en escuelas y universidades. Estudiantes, padres y profesores cuestionaban la disciplina racista y la presencia de policías armados en las instituciones.
Entonces, ¿qué tiene que ver esto con los judíos, tanto en Estados Unidos como en la comunidad internacional?
Nuestras mejores tradiciones, tanto religiosas como históricas y seculares, han sido siempre críticas con la opresión del poder estatal. Tanto si se trata de los opresores egipcios, de los que todos aprendimos cuando celebramos Pésaj, como de las masacres antisemitas de principios del siglo XX en la Rusia zarista y, por supuesto, del propio Holocausto, que destruyó trágicamente la vibrante comunidad judía europea. Siempre hemos desconfiado del «poder policial» del Estado.
Por nuestra condición de judíos sabemos sobre historias de persecución y marginación. Conocemos claramente los costos del racismo y la intolerancia, tanto hacia nosotros, como hacia otros pueblos con situaciones similares. Como parte de sus esfuerzos por eliminarnos, los nazis mataron a millones de personas. Como dice el viejo eslogan sindical estadounidense «Un perjuicio para uno, es un perjuicio para todos»; o como dijo Martin Luther King «Una injusticia en cualquier lugar es una injusticia en todos los lugares»; o como me dijo mi propia madre con relación al Holocausto «porque nos hicieron esto a nosotros, más aún debemos defender a cualquier otro que sufra opresión».
En Estados Unidos la izquierda judía se distinguió por su apoyo y activismo a las luchas del pueblo afroamericano. Durante el caso Scottsboro, en la década de 1920, en el que nueve jóvenes negros fueron acusados falsamente de violación, los comunistas judíos se pusieron a la cabeza de la organización del primer movimiento masivo de trabajadores contra el racismo, que involucró a los estadounidenses blancos.
Durante la década de 1960, muchos de los primeros activistas blancos que se unieron a sus hermanas y hermanos negros en el Sur del país eran judíos, especialmente de familias de izquierda. Y esto aún continúa.
Por último, el ascenso de una derecha tradicional de corte fascista, alentada por la administración de Donald Trump también alentó un aumento del antisemitismo. En Pittsburg, unos judíos religiosos que estaban rezando fueron asesinados por un hombre armado defensor de la supremacía blanca; y en Charlotte Virginia los nazis estadounidenses corearon «los judíos no nos reemplazarán» (¡quién sabe qué significa eso!). En Pésaj escuchamos la historia de los cuatro hijos, y es el «malvado» el que pregunta: “¿qué tiene que ver esto con nosotros?». Pues no seamos como él.
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[1] Traducción al castellano de Nerina Visacovsky, CeDoB Pinie Katz 2021.
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Black Lives Matter to Jews
The police murder of George Floyd in Minneapolis last spring inspired a nation-wide upsurge in the streets, in schools, in city halls, and in local and the national legislature. This movement rallying under the banner of #Black Lives Matter was lead largely by young Black women, and reached into African American communities from schoolchildren to elders. Veterans of the Civil Rights movement marched with their grand-children, while middle and high school students walked out of their schools to participate in the weekly demonstrations.
This movement focused on the daily violence inflicted on Black young people usually with no repercussions or accountability. These were not isolated incidents. Indeed, since the #Black Lives Matter rebellion began over 1000 people have been killed by police. Black people are more likely to be victims of police shootings and more likely to be unarmed when killed. Although racism is at the heart of police violence, Latino, immigrant, Indigenous, Asian and whites are also among the victims.
This has been a constant in the lives African Americans since the era of slavery. Among the first organized police departments were “slave-catcher” gangs charged with returning African Americans fleeing slavery to the plantations. In the twentieth century, in the north, each of the major urban rebellions in Black communities were sparked by police violence: from Harlem in 1935 to Los Angeles, Detroit and Newark, New Jersey during the 1960s.
As the movement developed among young people it connected to earlier efforts to confront the police and prison systems including the Prison Abolition Movement/Critical Resistance led by revolutionary activist and theorist Angela Davis-herself a former political prisoner, the Movement inside the prison system, and the struggles of students, parents and teachers against racist discipline in schools and the presence of armed police in the schools.
So, what does this have to do with Jews-both in the US and as part of an international community?
Our best traditions both religious and historic/secular have been critical of the oppressiveness of state power. Whether it is the Egyptian oppressors, we all learn about at Pesach, the anti-Semitic massacres of early 20th century in Czarist Russia, and of course the Holocaust itself that effectively destroyed the vibrant European Jewish community, we have distrusted the “police power” of the state.
As Jews is a history of persecution and marginalization. We know clearly the costs of racism and bigotry for us and for other similarly position peoples. As part of their efforts to wipe us out, the Nazis killed millions of others. As the old US labor slogan goes “An Injury to one, is an injury to all” or as Martin Luther King said “An injustice anywhere is an injustice everywhere”, or as my mother told me regarding the Holocaust “Because they did this to us, we must stand up for anyone else suffering oppression.”
In the United States the Jewish Left was distinguished by their support for and activism in struggles of the African American people. During the Scottsboro Case during the 1920s where nine young Black men were falsely accused of rape, Jewish Communists took the lead in organizing the first mass working class movement against racism that reached out to white Americans. During the 1960s many of the early white activists who joined their Black sisters and brothers in the South were Jews, especially those from left-wing families. And this continues.
Finally, the rise of a traditional fascist-like right wing, encouraged by the Trump administration has also seen a rise in very traditional anti-Semitism. In Pittsburg, Jews at prayer were killed by a white supremacist gunman; and in Charlotte Virginia American Nazis chanted “Jews will not replace us”. (who knows what that means).
At Pesach we hear the story of the four children. It is the “wicked” one who asks what does this have to do with us?” Let’s not be that one.
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Muy interesante la nota. Cómo logran tapar el activismo judío de izquierda en todo el mundo, pero en países tan racistas como EEUU es aún peor.
Nada han aprendido aquellos que habiendo sufrido un propio holocausto, se comportan como fanáticos xenófobos…