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Comenzando esta nota formalmente, lo primero es aclarar que EEPI significa Espacio Educativo de Primera Infancia. Se trata de un programa de la Gerencia Operativa de Inclusión Educativa (GOIE) del Ministerio de Educación de CABA, en gestión asociada con la institución Sholem Buenos Aires —adherida al ICUF—, que alberga a 164 familias, con niños y niñas de 1 a 3 años de edad, con vulnerabilidad socio-educativa, de los barrios de la Paternal y Chacarita[2]. El EEPI se propone ser un lugar para la protección y promoción de derechos que acompañe a la primera infancia y tiene sus “puertas abiertas”, porque intenta posicionarse como un espacio que aloja y sostiene a las familias. Creemos en el trabajo conjunto, colectivo y cooperativo.
Este Espacio cuenta con un equipo docente con experiencia en el nivel inicial y en acciones socio-comunitarias, una psicóloga perinatal, y una trabajadora social a través de un convenio con la Fundación Tzedaka. Se enmarca en los lineamientos institucionales de Sholem Buenos Aires y lleva consigo las marcas y huellas de su acervo ideológico, histórico y cultural, así como los ideales icufistas, progresistas y transformadores, para una sociedad más justa e igualitaria. Promueve el trabajo solidario y la defensa de derechos y oportunidades.
Yo crecí en las instituciones icufistas. Mis abuelos aparecen inmortalizados en fotos donde se los ve reunidos en sus bibliotecas, o abriendo puertas que inauguraban nuevos sitios para la conversación y el encuentro, para pensar la historia, el mundo y su complejidad. Las fotos de mis abuelos en instituciones como el Zhitlovsky o el Korczak ya anunciaban otra realidad posible. Cuando yo era chica, allí hablábamos de temas que no se hablaban en otros lugares; crecíamos pensando en un mundo mejor, generábamos propuestas solidarias, siempre llenas de contradicciones, pero con la fuerza de “estar ahí”, donde había una necesidad, y donde había un otro que nos necesitase, para aprender en el encuentro, siempre…
Gestión asociada: tensiones y oportunidades de un proyecto educativo y solidario
En el año 2013, cuando el EEPI estaba a punto de nacer, circulaba una ambivalencia al interior de Sholem Buenos Aires. Teníamos muchas ganas de desarrollar un proyecto educativo público y gratuito para toda la comunidad, pero también eso entraba en contradicción con aceptar una política pública de educación inicial, impulsada por un Estado que la financiaba de manera indirecta, a través de asociaciones civiles y ONG. En este caso, nuestra institución había sido contemplada para estos propósitos, debido a su notable experiencia educativa y su gran potencial para hacer y aprender de la inserción territorial y socio-comunitaria.
Hicimos recorridas por el barrio, charlas en el Cesac N.° 22, el centro comunitario de la Carbonilla. ¿Dónde están las infancias en este barrio?, nos preguntamos, y entonces fuimos a investigar en cada rincón, cada esquina, de boca en boca y de vereda en vereda. Y así, una de las certezas que aceleró la decisión fue que había 120 niños y niñas que, en solo dos meses, desde el anuncio del EEPI, se anotaron con entusiasmo.
La novedad corrió como el agua: allí donde se hacían deportes, en la calle Maturín, ahora también iba a funcionar un Jardín Maternal. Entonces, la sede tradicional tuvo que transformarse. En el mismo lugar, pero en distinto horario, Maturín, el centro deportivo de Sholem Buenos Aires, se convirtió en un Jardín. Es decir, tuvimos que construir un espacio que fuese algo así como “mutante” pensando, como primer desafío: ¿Cómo tiene que ser un espacio que aloje a la Primera Infancia? Nos ayudaron a pensar en todo esto, los aportes de la pedagogía Reggio Emilia[3], y sus lineamientos acerca del espacio como tercer educador.
Las familias del EEPI y el taller de crianzas: la red que sostiene la pertenencia
Para las familias, habitar las instituciones ofrece una oportunidad de aprender, de forjar lazos de pertenencia, lo que se traduce en el impulso de generar acciones colectivas para fortalecer proyectos. Cuando la familia se siente parte, defiende la lucha colectiva, pone el cuerpo, y construye participando activamente, no como espectadores, sino como hacedores de un espacio común. Eso aprenden, eso enseñan, eso es ser parte de un colectivo amoroso y potente.
Pensamos la inclusión como forma de derribar las paredes de “lo escolar” para generar comunidad y hacer más público lo público. Recibimos a cada familia, y construimos “entre” la casa y el jardín, que hace a la cultura. Esto hacemos por ejemplo en el “Taller de Crianzas” que dirige Fernanda Kluguer, psicóloga y vicedirectora del EEPI. Es un espacio para las familias del Jardín y tiene como objetivo brindar un lugar de encuentro para pensar con otros sobre las funciones materna y paterna, las crianzas, y todo lo que eso implica. También se propone como un espacio que se va construyendo colectivamente y, por lo tanto, funciona como red de sostén para las familias. Esas mismas familias colaboran con el Jardín y los materiales para sus hijos. Así fue como organizaron un taller de fabricación de totoras y una feria artesanal. Se programó una actividad de lijado y pintado de cajones en la Carbonilla para que el barrio pudiera participar del trabajo comunitario. También hubo presentaciones de murgas barriales y una feria del plato.
Perforando la realidad: las narrativas de la pandemia y la pospandemia
Con la llegada del Covid-19, hemos ampliado los propósitos del programa para hacer un EEPI más presente, para que el aislamiento no genere lejanía. También hemos tenido que perforar los protocolos con colores y carteles: debíamos lograr un ambiente hospedador del vínculo, que marcase senderos seguros para transitar y contemplar distancias pero, a la vez, propusiese una bienvenida cuidada y amorosa. Tendimos puentes con las familias a partir de las tareas cotidianas del equipo docente, atentos a que el aprendizaje en línea no exacerbase las desigualdades existentes.
Incorporamos la promoción sobre hábitos de higiene; contención emocional para los chicos y chicas que no cuentan con cuidados parentales; información sobre las nuevas medidas del Gobierno Nacional (IFE, ampliación de la AUH); entrega de pañales a través del área de servicio social de Tzedaka; y la realización de un “Roperito”, nombre que le damos a una feria tipo americana que realizamos periódicamente, que fue distinto porque fue exclusivo de colchones, calzado, ropa de invierno y abrigo para toda la comunidad. Y muy importante, trabajamos muy firmemente con la entrega bolsones de comida. Todo esto es parte de la continuidad pedagógica. Lo pedagógico también es político.
En el 2021, a diferencia del año anterior, estamos atravesando una cierta “pedagogía de la interrupción” con las idas y vueltas con respecto a la presencialidad. Pero, aunque el virus se va alejando, quedan las marcas de lo que se vivió. Las narrativas de continuidad pedagógica en un vaivén de estar y no estar (pero estando), y una nueva normalidad que ahora nos encuentra disfrutando de volver a encontrarnos, y pensando cómo es volver a encontrarnos.
Y para dar significado a todo esto recurrimos a la literatura. Los cuentos son fundamentales, en tanto ayudan a hilvanar y armar narrativas. Los libros tienen la potencialidad de la transportación. Pueden viajar del Jardín a las casas, y de las casas al Jardín. Pueden ser compartidos, leídos y releídos a la vez y en los tiempos de cada quien. Por eso, realizamos una Biblioteca Colectiva Circulante. En el año 2016, publicamos el librito Estos cuentos compartimos en el EEPI, con las historias favoritas de cada sala.
Feria Cultural: el jardín sale a la calle con colores, música y banderines
Cada año, entre 2014 y 2019, en el marco del Día de Respeto a la Diversidad Cultural, realizamos esta fiesta callejera con la feria del plato, y comidas que huelen deliciosas y representan a los lugares de origen. Hay juegos, canciones y bailes típicos.
Hay dibujos de los niños y niñas, espacios para que toda la familia juegue, rincones para leer, para pintar, para saltar, para volar.
En el año 2020 fue necesario reinventarla: sostener ese lugar para el encuentro en la distancia, y entonces encontramos una nueva forma de apropiarnos de la calle: Cada grupo con sus familias salió a construir un juego en la vereda.
Pensar las acciones, organizarse, conseguir los materiales, crear el juego y pintarlo fue parte de esto y así quedó un barrio pintado con personajes de cuentos y canciones que hablan de la historia grupal de cada sala, de su cultura. Rayuelas, caminos, laberintos y colores para encontrarnos en ese “entre”, donde podemos jugar, cada une cuando quiera, cuando salga a dar una vuelta, y respetar los protocolos de higiene pública.
Y este año 2021, el próximo 29 de octubre a las 18.00 hs: “(¿Cómo es?) volver a encontrarnos”. Volver a la calle como escenario de lo público que nos reúne, participando de algo de lo común, algo de nuestra cultura, la de las familias, la de los grupos, la de todo aquello que nos hace ser quienes somos y que signa nuestra manera de habitar y ser parte de este mundo. ¡Pasen, vengan, compartan!
El EEPI constituye un desafío y una oportunidad, una encrucijada de contradicciones con la pregunta siempre como bandera y una forma de encontrarse en el territorio de las utopías, con la más concreta de las realidades. Una responsabilidad y un hacer posible otro modo de estar en las instituciones educativas, donde se alberga la interculturalidad, las redes de acción y el encuentro con la comunidad.
Cuando yo era chica y me preguntaban qué es ser icufista, nombraba emociones, experiencias, olores, sabores, anécdotas en un intento de ilustrar, de nombrar, de definir… pero no lo lograba. Hoy puedo decir que lo más parecido a “ser icufista” es mi trabajo en el EEPI.
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[1]Lic. Vanina Poczymok es Profesora de Educación Preescolar, Licenciada en Educación Inicial y Psicomotricista. Cuenta con un Diploma superior de Educación inicial y Primera Infancia (Flacso), un Diploma Superior en Gestión de las instituciones Educativas (Flacso) y 30 años de trayectoria docente en el nivel inicial. Actualmente, es la Directora pedagógica del Eepi-Sholem (Espacio Educativo de Primera Infancia-Sholem Buenos Aires); Coordinadora pedagógica del programa “Centros Infantiles” (Dirección General de Escuela Abierta, Ministerio de Educación de CABA); Profesora de Tramo 1 y Taller 6 (Residencia) del campo de la formación en prácticas profesionales, en diferentes institutos de Formación docente de Nivel inicial (Normal N.° 7, ISPEI, Eccleston); Profesora de Prácticas profesionalizantes 1 (Infancias) de la carrera de Recreación (ISTLYR); Capacitadora de escuela de Maestros: Equipo de Capacitación en gestión de nivel inicial.
[2] En el Eepi conviven poblaciones provenientes de “la Carbonilla”, un asentamiento donde la vida cotidiana está signada por el contexto de pobreza; junto a sectores de clase media del barrio La Paternal, y otros cercanos, que buscan en la institución un espacio posible para sus hijos e hijas y, para ellos mismos.
[3] La pedagogía de Reggio Emilia nace luego de la Segunda Guerra en Reggio Emilia (Italia), cuando un pedagogo, militante de izquierda socialista llamado Loris Malaguzzi, ayuda a un grupo de madres a crear los primeros nidos para los niños que quedaron huérfanos por la guerra.[divider scroll]
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