Ante tu pedido, Nerina, te tengo que confesar que vi muy fácil y sencillo contarte las vivencias de aquellos tiempos cuando trabajé en el periódico Tribune/a: ¡Ningún problema! —pensé—. Pero poco a poco fui comprendiendo la inmensidad de evocaciones de seres recónditos que poblaron esos años. No me queda nadie para corroborar, corregir, ni enriquecer los recuerdos. Sobre todo, me encantaría poder consultar a mis recordados padres, tan ligados a esa pequeña, pero gigantesca historia. La gesta de Tribune/a nos marcó en el corazón y estuvo liderada por esos guerreros de la palabra, luchadores abnegados, desinteresados y casi anónimos.
Cuando Tribune/a empezó en 1952, competía con Di Presse, Di Idishe Tzaitung y principalmente con Nueva Sion. Pero más tarde, durante el gobierno de Arturo Frondizi, en 1959, se ilegalizó y marchamos a la completa clandestinidad. Ese proceso fue muy difícil: tuvimos que conseguir un local adecuado para transportar todos los materiales tipográficos y, sobre todo, los grandes linotipos. Eran máquinas que producían letras en barras de plomo derretido a gran temperatura. Manejarlas, además, era una tarea peligrosa.
Pero primero te cuento cómo llegué a Tribune/a a través de mi familia. Mi madre, Olga Riskin, argentina, nieta de inmigrantes rusos estaba muy ligada al Teatro IFT, donde cosía ropa para los actores y actrices, era cobradora del shule Zhitlovsky de Villa del Parque, y una ferviente militante del Partido Comunista. Allí había empezado a militar a los veinte años, en una célula barrial que conducía Athos Fava. Estaba casada con mi padre, Mauricio Cozachcow, hijo de inmigrantes de Bielorrusia, quien también militaba y trabajaba como linotipista de la parte en castellano de Tribuna.
Yo nací en Buenos Aires el 8 de enero de 1945 y te cuento esto de mi niñez porque es parte de esa lucha ideológica que se daba en la prensa. Cuando tenía ocho años, en una plaza de Marcos Sastre y Cuenca, en Villa del Parque, sonaba un acordeón y había un grupito de niños bailando: eran chicos de Hashomer Hatzair. Mis padres me acercaron y me integré por seis años a sus fiestas, bailes, y actividades. Circulaban allí valores de amistad y generosidad, muy bellos, pero ligados a fomentar la aliá (migración) hacia el Estado de Israel. En ese contexto, mis padres valoraban la parte social, pero no acordaban con esa línea sionista: ellos eran del ICUF. Yo, en cambio, iba con sionistas y con icufistas: en el shule Sarmiento de la calle Lavalleja aprendí el ídish y pasé algún verano en Zumerland. Pero llegó un momento en el que crecí y ya no pude soportar la tensión de esa confrontación ideológica y tuve que tomar una decisión, porque en Hashomer, a los dieciséis años, ya te animaban a embarcar hacia algún kibutz. Finalmente, mi “almita bolche” ganó la batalla y, en enero de 1959, justo en el día de mi 14° cumpleaños, firmé mi afiliación al PCA.
Eso coincidió con mi tiempo en Tribuna/e, donde ingresé con trece años. Mi padre, Mauricio Cozachcow, era linotipista y yo ingresé como cadete. Mi trabajo más importante era buscar los escritos de los directores Luis Goldman y Rubén Sinay, en sus respectivos domicilios. Goldman vivía por Floresta, en Rivadavia al 8100 y yo tenía que estar ahí a las cinco de la mañana.
En las madrugadas frías y desoladas de aquellos barrios, aquello era como un reto de arrojo y valentía y, por qué no, de miedo. Luego a la casa de Sinay, que era por el Once, y terminaba mi recorrido en la imprenta, cerca del barrio de Pompeya. Allí me esperaba mi viejo y yo le entregaba los editoriales de Goldman y las “Esquirlas” de Rubén.
A veces colaboraba con el tipógrafo. También iba a la embajada soviética a buscar revistas con información sobre las conquistas industriales y humanas de la URSS. Otras veces iba al Teatro del Pueblo para ver a Leónidas Barletta, director del teatro y el periódico Propósitos. Y recuerdo muy especialmente la participación del poeta Marcos Silber, quien seguro tiene mucho para aportar sobre Tribune/a.
Siempre en la clandestinidad: la consigna que circulaba entre los trabajadores de Tribune/a era protegernos y disimular nuestra presencia lo más posible: ¡Y claro que lo conseguimos! Para mí, fueron las primeras experiencias de una militancia temeraria y muy arriesgada. Mi madre venía siempre a la imprenta para colaborar con el trabajo de doblar las páginas del periódico, cuando recién salían de las impresoras. Toda la familia fue parte de esa gesta, y Tribuna fue parte de un movimiento de lucidez e inocencia. Sus protagonistas se jugaron la libertad y la vida, tal vez, por ideales políticos y sentimientos de pertenencia judía. Yo también, pero en la candidez y la ingenuidad de un adolescente.
PERDON PERO HABLA DE EL SOLO, Y LOS DEMAS TRABAJADORES ?? COMUNIQUENSEN CON
ESTE EMAIL Y LES CONTARE LA VERDADERA HISTORIA !!!! CORDIALMENTE
PORQUE NO RECUERDA A TODOS LOS QUE TRABAJAMOS EN TRIBUNA ????
PORQUE NO NOMBRA A TODOS LOS TRABAJAMOS EN TRIBUNA ?????