Ir al Boletín CeDoB Pinie Katz
En esta breve nota, presentamos un texto biográfico escrito por sus hijos Adriana y Ernesto Golomb y un bello poema que le dedicó Julia Blanco, y comparten Manuel Blanco y Marina (Maini) y Federico Golomb (sus cuatro nietes), cuando en la primavera de 2019, despedimos a esta gran mujer. Las palabras que siguen representan a toda su familia y a los amigo/as que tuvimos la suerte de conocerla y disfrutar de su inagotable sabiduría. Como dice Julia en sus versos, con sus palabras Dina “hacía crecer a las personas”. Desde que partió, extrañamos a Dina Minster, un manantial de energía, de vida, de alegría. La recordamos siempre inteligente, animada, abierta a conocer lo nuevo; una vanguardista que supo rebelarse frente a los mandatos sociales de su época…
El 29 de septiembre de 2019 en Buenos Aires, terminó el ciclo vital de una mujer que lo transitó intensamente. Su voluntad de vivir y el trabajo incansable de su corazón y su mente, nos permitieron disfrutar de su presencia por 84 años.
Dina nació en el pueblo de Kovno, Lituania, el 1° de junio de 1935, en el seno de una familia judía humilde. Gracias a la visión política de su padre, Jacobo Minster, quien insistía con emigrar antes de que se avecinara una tragedia, la familia llegó al puerto de Buenos Aires en mayo de 1938. Dina tenía tres años y su hermana Irene, ocho. Un año después, en Argentina, nació Sarita, la menor. Mientras vivieron en Lanús, las hermanas iban al kinder club del I. L. Peretz. Dina recordaba:
Cuando mi papá me llevó al Peretz me dijo: “vern a mentch” (hacete gente), por lo cual yo deduje que para “ser gente” no bastaba tener una familia, había que tener una institución. Y yo pasé cinco maravillosos años en Lanús, desde los 8 a los 13. (ENV[1] , 2017)
Más tarde se mudaron a Villa Lynch, su padre pudo comprar un par de canilleras y trabajar con los textiles del barrio como anudador. Fue entonces que las hermanas se incorporaron a FIJIA y los grupos juveniles del I. L. Peretz de Villa Lynch.
A los 16 años Dina abandonó la escuela secundaria (que terminaría a los 22). Ella decía preferir dedicarse a su apasionante trabajo en el Peretz de Villa Lynch; primero celadora del micro y animadora infantil, y más tarde lererke en el jardín de infantes. El club era su nuevo hogar, allí con sus compañero/as Jorge Appel, Martha Kogan, y Elsa Rabinovich, entre otros y otras, aprendió el oficio de educar y pensar en y con los niños pequeños.
Participó del grupo filodramático del Peretz y entabló profunda amistad con Jaime Kogan, Felisa Dzinszarsky (Yeni), Cipe Fridman y Celia Jacubovich, entre otros. Muy pronto, con 19 años, se incorporó a la colonia Zumerland y así lo recordaba:
Había varios turnos, pero yo elegía siempre el primero porque caía año nuevo. Con mi amiga Felisa Yeni nos anotábamos para ir a la colonia en esa fecha, y la comisión directiva venia a pasar año nuevo con nosotras, traían las cosas más ricas que uno se pueda imaginar. Yo disfrutaba tanto de la colonia que, hasta el día de hoy, encontrarme con alguien de ese tiempo es plena felicidad… (ENV, 2017)
Cuando su gran amigo, el director Abraham “Pepe” Paín se tomó licencia por primera vez, Dina lo reemplazó al frente del turno y luego quedó como coordinadora. Era a finales de los años cincuenta y había turnos de casi 200 chicos en el legendario predio de Mercedes.
Más tarde terminó sus estudios y siguió trabajando, en lo que se pudiera. Su familia era obrera y todas las hermanas tenían que ayudar con la economía del hogar. Dina consiguió ser asistente de Gino Germani, pasando sus textos manuscritos en la máquina de escribir. Ese fue el comienzo de una gran amistad con él y su esposa, Celia Carpi. Fue también secretaria del doctor Bebchuk y el doctor Piterbarg, y mientras tanto, seguía trabajando en las instituciones judeo-progresistas.
En 1958 empezó a estudiar psicología y a militar políticamente, eran tiempos de la “Laica o Libre”. Dina participaba de actos, asambleas, y alguna vez contó que, en una fiesta universitaria, se animó a invitar a bailar (sin demasiado éxito) a Silvio Frondizi.
Un buen día del año 1961 tomó una decisión trascendental en su vida: sumarse a un contingente de profesionales que iban a Cuba a trabajar por la Revolución. Dina rememoraba que
…aunque aún no estaba recibida de Psicóloga, tenía la fantasía de que con el bagaje y la experiencia de Zumerland, iba a poder trabajar con los chicos huérfanos” (ENV, 2017).
En Cuba se casó con quien sería su compañero de toda la vida, José Golomb, y nació Adriana. Allí contribuyó a crear la primera Escuela de Psicología de la Universidad de La Habana y fue una querida profesora. Sus alumnas de la primera corte, como Irina Barrios, recuerdan que Dina “les había traído aire nuevo con ideas y teorías sobre dinámica de grupos”.
Coordinó investigaciones psico-sociales en nueve centrales azucareras para el Ministerio de Industria, y sus amigas y colegas Mónica Sorín, Raquel Kielmanowicz, Nora Skliar de Babini, Angelita Onofrio, son algunas entre las decenas de personas valiosas que conoció en esos tiempos.
En 1968, al regresar a la Argentina, y embarazada de Ernesto, rindió las dos últimas materias para recibirse de Licenciada en Psicología en la UBA y empezó a dedicarse a la gerontología.
Mientras estudiaba seguía trabajando. Nunca dejó de trabajar, ni en las peores épocas. Trabajó en la Liga Israelita Argentina contra la Tuberculosis con Jaime Pecheny. Más tarde, junto a lo doctores Strejilevich y Barca, fue socia fundadora de la Asociación Gerontológica de Buenos Aires (AGEBA).
Dina pasó por las teorías de Freud, las flores de Bach, las cartas natales, los árboles genealógicos, el Tarot. Tenía una natural curiosidad por saber más y era una lectora empedernida. Participó de innumerables congresos, seminarios, charlas y grupos de trabajo. Acompañó a adultos mayores a conectarse con sus raíces en Israel, y elaboró sus propias concepciones sobre la tercera edad cuando Ingresó a la Gestalt (AGBA) donde se graduó y enseñó por muchos años:
La vejez se me hizo figura a los 33 años, cuando me encontré con mis metas adolescentes cumplidas; ya tenía una familia y una profesión. Había vivido con intensidad ese primer tramo de mi historia. De pronto me topé con una sensación de vacío. Ignoraba la existencia de lo que Fritz Perls (creador del enfoque gestáltico) llamaba ¨el vacío fértil¨, a partir del cual va tomando cuerpo una necesidad generadora de nuevos intereses y experiencias.» (Testimonio Dina)
Debido a su propia conducta bipolar se trató y participó, desde su inicio, en la Fundación de Bipolares de la Argentina. Allí compartió experiencias y aprendizajes, inaugurando una ‘nueva vida’ de estabilidad emocional. Aunque últimamente reconocía que se curo con la llegada al mundo de su primer nieto (ENV, 2017).
Dina era intrépida y los años no aplacaban su espíritu aventurero. Ya siendo mayor se anotó en una audición y Federico León la seleccionó para integrar el elenco de una obra con la que recorrió Europa y Japón. En una presentación en Alemania se cayó del escenario, se quebró seis costillas, se quedó sola en Alemania para recuperarse, después volvió y siguió con la obra. Escribió muchos artículos, algunos publicados, otros inéditos.
Los últimos tiempos fueron difíciles, sobre todo después de la muerte de José, con quien compartió más de 50 años. A pesar de las caídas y recaídas, con múltiples enfermedades que empezaron a complicarse, siguió adelante, trabajando hasta el último aliento, acompañando a sus pacientes con toda su sabiduría y experiencia. Muchas veces hablamos de la muerte y del sentido de vivir bien la vida. Dina Minster así la vivió, y ese es su legado.
Hoy te extrañé, por su nieta Julia
Apenas asomó por entre las nubes su redondez, la luna rojiza y enorme, apareciste. Me senté en la arena, que, aunque anochecía seguía cálida y cómoda, a observarla.
Se encontraba sólo un poco más arriba de la línea recta que marca el horizonte.
Te decía… Ahí no más, te sentí: el color rojo siempre me hizo acordar a vos.
Intenté reconstruir, en vano, cada una de nuestras charlas, únicas, irrepetibles.
Es que hacías las preguntas exactas y necesarias para salir de nuestros lugares de comodidad. Tengo que confesarte que siempre que me iba de nuestros encuentros me sentía un poco más grande que cuando llegaba. Creo, nunca te lo dije (hubiese querido hacerlo), esa era tu mejor virtud: hacías crecer a las personas con tus palabras.
Quizá te pensé hoy porque estoy segura de que te hubiese emocionado ver esta Luna del mismo modo que me sucedió a mí.
Quizá, la Luna me hace acordar a vos, ambas tan poderosas, porque me han llevado a habitar rincones profundos y desconocidos.
Quizá, porque cuando la Luna se escondió entre las nubes y ya no pude verla más, un frío casi indescriptible recorrió
cada una de las partecitas de mi cuerpo,
me sentí pronto muy sola y un hueco de angustia invadió mi pecho.
Así, la misma sensación que cuando te fuiste vos.
Ir al Boletín CeDoB Pinie Katz
[divider scroll_text=»SCROLL_TEXT»]
[1] Entrevista Nerina Visacovsky a Dina Minster, Buenos Aires, 2017.
tuve la suerte de conocer a Dina. En Zumerland y en la vida. Era tal cual como la describe el articulo: llena de vida. Por esas circunstancias fortuitas la volvi a ver en Avignon, haciendo teatro. Me fascino con su actuacion. Despues del espectaculo la fuimos a ver; fue un encuentro muy lindo, ya que ninguno de los dos, esperaba encontrarnos.
siempre la recuerdo con su dinamismo, su energia desbordante…….
Hermosa nota, yo también la pude disfrutar, como mi terapeuta , como mi guía, en tiempos de tormenta.