Nota Pública

Recordamos, con dolor, tristeza y rabia, el 25º aniversario del atentado en la sede de la AMIA, ocurrido en Buenos Aires un 18 de julio de 1994, a media mañana.

El atentado en la AMIA, dirigido a todo el pueblo argentino y no solo contra la colectividad judía en particular, tiene, al menos dos dimensiones: una humana y otra política.

Bajo la dimensión humana, tenemos presentes –con mucha angustia–, a todas las víctimas fatales, a sus familiares, amigos, compañeros de trabajo, que después de un cuarto de siglo, no encuentran Justicia, y con ello paz y tranquilidad. Para con ellos, nuestra solidaridad y nuestro acompañamiento.

Cada una de las víctimas es una historia incendiada en el aire; una llama lacerante que arde sin cesar: en cada vida tronchada hay más de un proyecto inacabado, un sueño inconcluso. Hay un vacío infinito, tenaz.

En la faz política, tenemos mucho enojo porque se han utilizado miles de subterfugios, pretextos muy bajos, evasivas de todo tipo, mentiras ruines para no llegar (y ni siquiera buscar) Justicia.

Pasaron gobiernos, jueces, testigos, fiscales, legisladores, policías, comisiones y, sin embargo, injusticia, hipocresía e impunidad siguen allí presentes.

El encubrimiento, el encubrimiento del encubrimiento, la complicidad para evitar que sean juzgados determinados personajes, la indulgencia con muchos de los acusados, la pérdida deliberada de material probatorio, los ocultamientos, las mentiras propaladas por doquier, la incesante búsqueda de responsables inexistentes, la negativa a investigar las conexiones locales, la destrucción de pistas, la invención de caminos falsos, los sobornos, la venalidad, la sinvergüenza de jueces-testigos-fiscales-policías-funcionarios-investigadores-periodistas, la búsqueda de agujas en el alfiletero, los chantajes, las amenazas, la quimera de un asesinato, todo eso y mucho más, y quedará en evidencia lo que caracteriza a todo el proceso: impunidad para los responsables.

Ocurrió en el siglo pasado, y aun estamos como ese día. O quizá peor, porque no solo no se avanzó ni un ápice, sino que se retrocedió en materia de dignidad nacional, y se llegó más lejos en materia de impunidad, de injusticia, de arbitrariedad manifiesta para proteger a poderosos e inescrupulosos.

No resulta fácil pretender Justicia cuando, en el gobierno nacional, el ministro del área no vacila en proteger públicamente a personajes involucrados en el caso, cuando se agita como un fantasma la muerte de un fiscal, un intento de pacto o cuando solo se le ocurre declarar por decreto a Hezbolá como organización terrorista, a pedido de los Estados Unidos e Israel como muestra más de alineamiento y pérdida de soberanía (con las consecuencias que ello puede acarrear, tal como lo comprobamos), y no como camino para investigar.

A más de 40 años de perpetrados crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura cívico-militar siguen esclareciéndose episodios poco conocidos: continúan llegando nietos identificados y se prosigue con el juicio a los asesinos: ¿No es posible lo mismo con quienes fueron los orquestadores y hacedores de este brutal crimen en tiempo de la República?

La Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina – Idisher Cultur Farband (ICUF Argentina) reitera su sostenido reclamo: el fin de la impunidad, la apertura de todos los archivos relativos al tema y la conformación de una comisión investigadora imparcial compuesta de personalidades de probada objetividad y sensibilidad.

A pesar de todo seguiremos reclamando Justicia.

JUSTICIA, JUSTICIA PERSEGUIRÁS

Marcelo Horestein, Presidente

Isaac Rapaport, Secretario General

Buenos Aires, 15 de Julio de 2019