Estamos próximos de recordar el centenario de la desaparición física de Scholem Aleijem. El 13 de mayo se cumplieron 98 años de su muerte, ocurrida en Nueva York en 1916.
Las crónicas de la época nos cuentan que fueron decenas de miles las personas que asistieron a sus funerales; sus textos se publicaron en los diarios mas importantes de E.E.U.U. y su testamento se leyó en el Congreso de ese país. Esos datos –así desnudos- señalan la importancia de la obra de este escritor, ensayista, poeta, dramaturgo que con singular prosa describió la vida de las juderías de Europa oriental, tanto en el pequeño shtetl perdido en la inmensidad de la estepa como en el oscuro ghetto urbano, así como en ese doloroso y esperanzador movimiento que fue la emigración hacia América.
Junto con Peretz, Méndele y Goldfaden fue de los intelectuales judíos de fines del s. XIX y comienzos del s. XX que supieron palpar el pulso profundo de una época de transición en que se derrumbaban los muros del aislamiento para dar paso a tiempos nuevos de sueños y construcciones sociales nunca antes vistas.
Sus letras –un tanto agridulces, pero siempre con una sonrisa- muestran las luchas y expectativas de esos pobres judíos pobres que, aún sometidos por la miseria y el zarismo, seguían convencidos en que una vida justa y digna era posible.
A casi 100 años de su fallecimiento, el ICUF (Idisher Cultur Farband / Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina) dice, con una pizca de ironía, junto a Tevie –el renombrado lechero que hizo famoso a Scholem Aleijem-: “déjenles saludos a nuestros judíos y díganles que no se inquieten: ¡nuestro viejo Dios existe!”
Sr. Marcelo Horestein | Secretario
Prof. Daniel Silber | Presidente
Prof. Daniel Silber | Presidente
Deja tu comentario