Los virulentos ataques que está sufriendo el pre-candidato a la presidencia de Chile por el Partido Comunista DANIEL JADUE no nos deberían llamar la atención. La acusación es su supuesto “antisemitismo”.
Partimos de la base de que el antisemitismo –venga de donde venga, sea la izquierda o la derecha- es repugnante en sí mismo como cualquier otra forma de racismo y discriminación, sea por creencias religiosas, étnicas, convicciones políticas, elección de género, situación socio-económica o lo que sea. El antisemitismo es una lacra, una perversión ideológica racista y asquerosa, alimentada durante un par de milenios por instituciones consagradas y prestigiosas, que marchó desde la judeofobia al antisemitismo moderno, del rechazo al judío por su no adhesión a los postulados cristianos a la persecución por el solo hecho de ser en el marco de ser difamado de apátridas, complotar para el control mundial, su supuesta improductividad, la adhesión al dinero y la práctica de la usura, la doble lealtad, capitalistas y comunistas al mismo tiempo. Tan instalado está en el inconsciente social que muchas personas –inclusive bien intencionadas- no se indignan o molestan y ni siquiera lo registran.
Recordemos que a) en nuestro país hay un partido político legal (Bandera Vecinal) que tiene personaría electoral, recibe fondos del Estado y reivindica el totalitarismo nazi-fascista y el terrorismo de Estado practicado por las dictaduras de la Alemania nazi y la Italia fascista; b) gobiernos como los de Lituania, Letonia, Hungría, Polonia desagravian a los militares que participaron de las SS y rehabilitan criminales de guerra; c) numerosas formaciones políticas de extrema derecha en los países occidentales “democráticos” (Alemania, Holanda, Suecia, Austria) alcanzan resultados electorales sorprendentemente altos; d) personajes oscuros, autoritarios y fundamentalistas como Bolsonaro, Trump, Añez, Erdogan han gobernado o gobiernan países con un respaldo masivo importante.
Pero (siempre existe un pero), …evidente y lamentablemente la dirigencia de una parte de la colectividad judía –tomada ésta como un todo cuando no lo es- es utilizada (¿o se deja utilizar?) por la derecha más reaccionaria para denigrar y descalificar a muchos dirigentes políticos que no acuerdan con las políticas del Imperio y cuestionan –a veces a fondo, y otras no tanto, pero que, en definitiva, impugnan- el neoliberalismo en cualquiera de sus variables y sus consecuencias, así como también las apetencias coloniales.
No es necesario hurgar demasiado en el pasado, pero es bueno recordar que fue la dirigencia “oficial” de la colectividad judía la que atacó, siempre con el mismo y ya gastado sonsonete del “antisemitismo” a las experiencias de Hugo Chávez en Venezuela y de Cristina Fernández de Kirchner en Argentina.
Sucede que esgrimir la bandera del “antisemitismo” es esgrimir algo muy sensible al conjunto de la Humanidad, motivo por el cual, hasta el menos avispado, se puede llegar a sentir conmovido y solidarizarse con quienes lo plantean.
Lo que no cabe duda es el uso y el abuso que se hace de ese concepto –al igual que el del Holocausto-, lo que hace peligrar su verdadero y hondo contenido, para terminar vaciándolo de su profundo sentido y transformándolo en nada. En la imaginería de amplias capas de la cultura “occidental y cristiana” es muy probable que aun prevalezca el icono (caricaturizado) del «judío de la Diáspora» débil e inerme, siempre perseguido por una violencia racializada. Es cierto que prevalecen aún acciones y criterios antisemitas (considerando la judeofobia), pero en los casos que citamos mas arriba, no lo es ni lo fue.
Por otra parte, seguramente esto es parte de un plan de algún centro de pensamiento imperial para ser usado en aquellos lugares donde existen colectividades judías organizadas y con cierto peso y/o exposición dentro de sus sociedades. Indudablemente se emplearía en la Nicaragua sandinista (viven no más de 200 judíos) o en el Ecuador de Correa (actualmente viven unos 300/500 judíos) si hubiese allí un número interesante de judíos, pero…como prácticamente no los hay, no es aplicable. En Cuba (unos 1500/2000 judíos) no pueden hacerlo porque la comunidad judía tiene excelentes relaciones con el gobierno, y si alguna vez hubo alguna provocación o hecho delictivo, el gobierno actuó con celeridad para resolver la cuestión y castigar a los causantes. En agosto de 2010, el ex presidente Fidel Castro en entrevista con el periodista judío norteamericano Jeffrey Goldberg (editor en jefe de la revista The Atlantic), expresó opiniones respetuosas sobre la historia judía y el derecho del pueblo hebreo a tener su propio estado. El expresidente cubano fue aún más lejos, al decir que había preocupaciones legítimas israelíes por su seguridad en el conflicto nuclear con Irán y exhortó al entonces presidente persa Mahmoud Ahmadinejad a parar su difamación de la historia judía. Incluso en esa entrevista Fidel Castro expresó “Nadie ha sido calumniado más que los judíos” (Esta entrevista con Jeffrey Goldberg se encuentra en Jeffrey Goldberg, 2010, “Castro: No one has been slandered more than the Jews.” http:// www. http://theatlantic.com/…/castro-no-one-has…/62566)
Una vez decimos que no hay que confundir “antisemitismo” con “antisionismo”. Hay muchos interesados en promover dicho laberinto haciendo de ambos conceptos un sinónimo. El antisemitismo es el ataque a los judíos por serlo; el antisionismo es el concepto de estar en oposición de una determinada corriente política dentro de la colectividad judía. De ese modo, no todos los judíos son/somos sionistas ni todos los sionistas son judíos (por ejemplo, Trump y sus “evangélicos”).
Somos muchos los que defendemos otras ideas, otras políticas; tenemos otro pensamiento y no nos sometemos al “diktat” imperial, sino que pensamos y actuamos con cabeza propia, salvaguardando el honor de la colectividad judía, sus valores humanistas, sus creaciones y construcciones universales que no son otros que los de cualquier persona de bien, tenga o no un credo.
El judaísmo, con su larga y profusa trayectoria humanística, no puede ni debe quedar presa de los mezquinos y vergonzosos objetivos de concepciones políticas ajenas a la dignidad de los seres humanos. En defensa de esos valores altruistas y universales que reivindica el judaísmo y que se sintetizan en la noción político – filosófica “dignidad” (solidaridad – respeto – diversidad – convivencia – generosidad – paz – justicia) es que nosotros, en coherencia con esos ideales, reivindicamos estas banderas de democracia y pluralismo, renegando de cualquier auto referenciación y de aplicar el mote de “antisemita” a todo aquel que no concuerde con nuestra ideología.
Esta verdadera arremetida meneando la bandera del antisemitismo puede transformarse en un arma de doble filo. De tanto agitarla puede llegar a convertirse en algo que aprendimos de las fábulas que nos contaban en la escuela primaria del pastorcito y el lobo: cuando verdaderamente el antisemitismo ataque en serio a la colectividad judía, la sociedad civil nos va a dar las espaldas porque dirá que es una nueva jugada y deberemos enfrentar solos, sin ayuda ni colaboración alguna, a esa tremenda amenaza.
Pero en realidad, se trata de un neo-macartismo, de un neo-anticomunismo. Parece ser que la memoria de las actuales generaciones es corta y es débil, a la vez que es muy –extremadamente- permeable a la penetración de los medios masivos de comunicación electrónicos. Tiempo atrás, aún estaba vivo y bastante presente, por ejemplo, el tremendo esfuerzo humano, material, económico, político, social y cultural que hicieron la Unión Soviética y los comunistas de todo el mundo en la derrota del nazi-fascismo. A pesar de la “guerra fría”, el recuerdo de esa verdadera heroica gesta se mantuvo durante décadas. Sin embargo, desde la caída del Muro de Berlín, la implosión de la URSS, la desarticulación del campo socialista y la acción mancomunada de la OTAN y la CIA, se trata –por todos los medios posibles- de desacreditar o al menos, minimizar el rol jugado por la Unión Soviética y los comunistas en ese conflicto, al tiempo que se reivindica tanto a los EEUU, a los movimientos nacionalistas e incluso a los colaboracionistas fascistas con los regímenes impuestos por los nazis (vgr. Hungría, Polonia, Lituania, Letonia, Ucrania).
De esa manera, la denuncia del supuesto “antisemitismo” de dirigentes de izquierda (en este caso Jadue) o progresistas se enmarca y no es otra cosa que parte de una virulenta campaña neo-anticomunista, más elaborada y más inteligente que la practicada tiempo atrás. Se han refinado los métodos del Imperio; ya no son los espías barbudos o el oro de Moscú. Ahora pueden ser acusaciones falsas –pero sensibleras-, la imputación de crear un virus y generar una pandemia mundial (Covid-19) o que la vacuna desarrollada no sirve y contiene un chip de control (Sputnik V)
Probablemente, desde el exilio babilónico a Maimónides, Spinoza y Einstein entre otros, haya sido el judaísmo el que introdujo una serie de valores humanísticos en las vidas cotidianas.
Entonces, ¡¡a no dejarse llevar por la propaganda interesada y calumniosa de esos serviles escribas, verdaderos cipayos del Imperio!! Una vez más, reiteramos que la colectividad judía no es una ni homogénea; en su interior estamos quienes sostenemos ideas y acciones totalmente diferentes a quienes dicen ser “la representación política de la colectividad judía. Estamos quienes defendemos la dignidad humanista del judaísmo y no su sumisión a concepciones políticas, ideológicas y éticas que tienen poco (o nada) que ver con sus auténticos fundamentos.