El 4 de setiembre se celebra el Día del Inmigrante en nuestro país, recordando un Decreto de 1812 del Primer Triunvirato, promoviendo la inmigración extranjera.
En Argentina, todos somos inmigrantes; desde los pueblos originarios a los tanos, bolitas, gaitas, perucas, rusos, turcos, brasucas, ponjas, yoruguas. Todos tenemos alguna parte de nuestras raíces en algún otro lado.
Y justamente porque todos somos diferentes es que somos todos iguales. Nuestros orígenes no nos hacen ni mejores ni peores.
En estos momentos en que se vive una crisis humanitaria de grandes proporciones, en que grandes contingentes de personas –empujadas ya sea por la miseria, la guerra, la intolerancia- deben partir de sus terruños natales, es tiempo de tender la mano, abrir el corazón, sensibilizar la conciencia y ser solidarios sin reticencias, sin mezquindades. Hay que inaugurar un nuevo tiempo.
Seguramente ninguno de los que dejó su tierra lo hizo porque sí nomás. Atrás quedan familia, amigos, lengua, costumbres, hogar.
Los motivos de este verdadero éxodo están en el pasado lejano y reciente: en el saqueo, en el colonialismo y el neocolonialismo, en la ambición por el control de los recursos naturales, en la estrechez de las concepciones globalizantes de dominación para el capital, del armamentismo.
Quienes se van, en realidad huyen. Huyen de la muerte, del hambre, de la miseria, de los fanatismos.
Para todos ellos no basta nuestra comprensión ni nuestra compasión. A ellos hay que darle una respuesta.
Exijamos a los poderosos un accionar mas contundente en aras de la ayuda, del respaldo, de la protección; exijamos que se levantan todas y cada una de las barreras (materiales, legales, sociales, militares); exijamos que sean menos egoístas y mas fraternales.
Exijamos que sean humanos.
Sr. Marcelo Horestein | Secretario
Prof. Daniel Silber | Presidente
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