A pedido de la Presidencia del ICUF, la compañera DANIELA SAIDMAN -periodista argentina residente en Venezuela- nos hizo llegar su opinión acerca de las recientes elecciones que hubo en ese país. Pero como los acontecimientos son tan veloces, el amigo ATILIO BORON nos hizo llegar estas reflexiones (hechas en caliente) sobre el frustrado intento de golpe de estado ocurrido en Ecuador, sobre el cual nos pronunciamos oportunamente con rapidez y decisión.
Acercamos a los compañeros ambos trabajos. Seguramente, en los próximos días, les haremos llegar otro más referido a las elecciones en Brasil (sobre las que ya enviamos un panorama previo, a cargo del compañero JACQUES GRUMAN, de la ASA de Río de Janeiro)
Sr. Marcelo Horestein | Secretario
Prof. Daniel Silber | Presidente
1) ELECCIONES EN VENEZUELA
Envío un artículo que salió publicado hoy, y el cual creo bastante acertado para abordar algunas conclusiones sobre el proceso electoral que hemos vivido. Claro, una cosa es la posición pública que podemos asumir y la otra, tal vez más crítica la hacemos desde el seno de nuestras propias convicciones. Una vez más se produce un llamado de alerta, porque obviamente las elecciones como demuestra el número de curules obtenido es una victoria del proceso de transformación, pero con algunas «sorpresas» para el aparato del Estado. Hay muchas fallas que corregir; la principal me parece a mí (y es una opinión muy personal) es la impunidad, la impunidad a todos los niveles especialmente en lo que tiene que ver con la corrupción. Y digo esto, porque si bien la victoria es notoria y pública (99 diputados contra 65), no se alcanzó la meta establecida (dos tercios de la Asamblea) y se perdió un estado (provincia) que nadie pudo imaginarse que pasaría a manos de la oposición, un estado gobernado por un miembro del partido de gobierno. Es tiempo de revisión y profundización, ya estamos montados en las presidenciales del 2012, y a decir verdad no veo opciones alternativas a Chávez, si ganara la oposición estoy segura de que se desataría una persecución sin límites.
De todas maneras, lo sucedido me parece valioso para la consolidación de la democracia en el país; la oposición ha ganado un espacio en la Asamblea Nacional después de haberse retirado en el 2005 de las elecciones. 99 diputados obtuvo la revolución y 65 la contra, así que la victoria representa la mayoría simple en la Asamblea Nacional.
El artículo a continuación sale publicado diariamente en un periódico que editan en Caracas y que llevan unos viejos militantes del Partido Comunista de Venezuela; la autoría la desconocemos, es un anónimo que lleva años escribiendo, pero que no hemos podido determinar quién es… en todo caso es siempre un aporte para el proceso…
PIEDRA DE TRANCA
LA VÍA ELECTORAL NO TIENE NADA DE FÁCIL. Sobre todo cuando a través de ella se pretende hacer cambios sociales y económicos de importancia; y más aún cuando se quiere hacer una revolución.
LAS EXPERIENCIAS EN EL MUNDO EN ESTA MATERIA son significativas. Una, por ejemplo, fue la de la Nicaragua sandinista. Cocinó un proceso revolucionario en el marco de la democracia representativa y los poderosos enemigos que tenía, el imperio y la oligarquía criolla, la derrotó un ama de casa en unos comicios. Igual pasó con la experiencia de Salvador Allende. Guapeó hasta el final, inmolándose en La Moneda rodeada de fascistas. Ese trágico final marcó al movimiento revolucionario durante décadas.
EN VENEZUELA SE DA UN PROCESO ATÍPICO. Un proceso que ha avanzado con celeridad, entre otras razones por la hábil y carismática conducción de Hugo Chávez y de un pueblo definido por los cambios. Pero un proceso plagado de obstáculos. Con gran cantidad de trampas en el camino, incluyendo las que la propia dirección se auto monta. Incluyendo las precariedades inherentes a una política que se desarrolla en una nación tan vinculada al gran capital internacional y donde los hábitos del capitalismo enraizaron profundamente.
LA VÍA ELECTORAL ES PERTINETE, PERO TIENE RIESGOS enormes. No se puede renunciar a ella porque sería renunciar a una de las características más emblemáticas del proceso, en el cual, hasta ahora, se ha avanzado con éxito. Pero hubo una alarma el 2-D a la que quizá no se le dio la importancia que tenía. Ahora se repite la alarma. A este escribidor no le inquietan los guarismos. El PSUV obtuvo una votación muy sólida. Cualquier gobierno desearía, luego de once años de gestión que su partido logre una mayoría contundente y demuestre validad en todo el territorio nacional, con sólo dos fallas importantes, los estados Zulia y Táchira (para los cuales hay que diseñar a partir de este momento una política especial).
PERO OCURRE ES QUE EL PARTIDO SE FIJÓ UNA META VOLUNTARISTA: la de la mayoría calificada, el mítico dos tercios, y por tanto la cuota parlamentaria que obtuvo no satisfizo esa aspiración macro.
LA VICTORIA EN GUARISMOS DEL PSUV no es victoria completa, pero tampoco es derrota. La victoria que se atribuye la oposición es igualmente relativa. Lo es en el sentido de que corrige el error de hace cinco años y lleva una cuota de parlamentarios a la AN, pero que para nada compromete el poder institucional de la revolución bolivariana y su calado popular.
Este escribidor considera que se abre una oportunidad para el análisis serio y para el diálogo, en términos respetuosos, y a partir del reconocimiento de que ahora existe en el Parlamento una oposición con la que hay que tratar, a menos que se ponga cómica, y que en Miraflores hay un gobierno respetuoso de la ley y del sufragio, con un poder que resulta temerario desafiar por atajos extra constitucionales.-
2) NOTA SOBRE EL FRUSTRADO GOLPE DE ESTADO EN ECUADOR
1. ¿Qué pasó ayer en Ecuador?
Hubo una tentativa de golpe de estado. No fue, como dijeron varios medios en América Latina, una «crisis institucional», como si lo ocurrido hubiera sido un conflicto de jurisdicciones entre el Ejecutivo y el Legislativo sino una abierta insurrección de una rama del primero, la Policía Nacional, cuyos efectivos constituyen un pequeño ejército de 40.000 hombres, en … contra del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas del Ecuador, que no es otro que su presidente legítimamente electo. Tampoco fue lo que dijo Arturo Valenzuela, Subsecretario de Estado de Asuntos Interamericanos, «un acto de indisciplina policial». ¿Caracterizaría de ese modo lo ocurrido si el equivalente de la Policía Nacional del Ecuador en EEUU hubiera vapuleado y agredido físicamente a Barack Obama, lesionándolo; lo hubiera secuestrado y mantenido en reclusión durante 12 horas en un hospital policial hasta que un comando especial del Ejército lo liberaba luego de un intenso tiroteo? Seguramente que no, pero como se trata de un mandatario latinoamericano lo que allá suena como intolerable aberración aquí aparece como una travesura de escolares.
En general todos los oligopolios mediáticos ofrecieron una versión distorsionada de lo ocurrido el día de ayer, evitando cuidadosamente hablar de tentativa de golpe de estado. En lugar de eso se referían a una «sublevación policial» lo cual, a todas luces, convierte los acontecimientos del Jueves en una anécdota relativamente insignificante. Es un viejo ardid de la derecha, siempre interesada en restar importancia a las tropelías que cometen sus partidarios y a magnificar los errores o problemas de sus adversarios. Por eso viene bien recordar las palabras pronunciadas este Viernes, en horas de la mañana, por el presidente Rafael Correa cuando caracterizó lo ocurrido como «conspiración» para perpetrar un «golpe de estado». Conspiración porque, como fue más que evidente en el día de ayer, hubo otros actores que manifestaron su apoyo al golpe en gestación : ¿no fueron acaso efectivos de la Fuerza Aérea Ecuatoriana –y no de la Policía Nacional- los que se paralizaron al Aeropuerto Internacional de Quito y el pequeño aeródromo utilizado para vuelos provinciales? ¿Y no hubo grupos políticos que salieron a apoyar a los golpistas en calles y plazas? ¿No fue el propio abogado del ex presidente Lucio Gutiérrez uno de los energúmenos que trató de entrar por la fuerza a las instalaciones de la Televisión Nacional del Ecuador? ¿No dijo acaso el Alcalde de Guayaquil, y gran rival del presidente Correa, Jaime Nebot, que se trataba de un conflicto de poderes entre un personaje autoritario y despótico, Correa, y un sector de la policía, equivocado en su metodología pero a quien le asistía la razón en sus reclamos? Esta falsa equidistancia entre las partes en conflicto era una indirecta confesión de su complacencia ante los acontecimientos en curso y de su íntimo deseo de librarse de su -hasta ahora al menos- inexpugnable enemigo político. Para ni hablar de la lamentable involución del movimiento “indígena” Pachakutik, que en medio de la crisis hizo pública su convocatoria al “movimiento indígena, movimientos sociales, organizaciones políticas democráticas, a constituir un solo frente nacional para exigir la salida del Presidente Correa.” ¡Sorpresas te da la vida”, decía Pedro Navaja; pero no hay tal sorpresa cuando uno toma nota de los generosos aportes que la USAID y el National Endowment for Democracy han venido haciendo en los últimos años para “empoderar” a la ciudadanía ecuatoriana a través de sus partidos y movimientos sociales.
Conclusión: no fue un pequeño grupo aislado dentro de la policía quien intentó dar el golpe sino un conjunto de actores sociales y políticos al servicio de la oligarquía local y el imperialismo, que jamás le va a perdonar a Correa haber ordenado el desalojo de la base que Estados Unidos tenía en Manta, la auditoría de la deuda externa del Ecuador y su incorporación al ALBA, entre muchas otras causas. Incidentalmente, la policía ecuatoriana hace ya muchos años que, al igual que otras de la región, viene siendo instruida y adiestrada por su contraparte estadounidense. ¿Habrán incluido alguna clase de educación cívica, o sobre la necesaria subordinación de las fuerzas armadas y policiales al poder civil? No parece. Más bien, actualiza la necesidad de poner fin, sin más dilaciones, a la “cooperación” entre las fuerzas de seguridad de la mayoría de los países latinoamericanos y las de Estados Unidos. Ya se sabe que es lo que enseñan en esos cursos.
2. ¿Por qué fracasó el golpe de estado?
Básicamente por tres razones: en primer lugar, por la rápida y efectiva movilización de amplios sectores de la población ecuatoriana que, pese al peligro que existía, salió a ocupar calles y plazas para manifestar su apoyo al presidente Correa. Ocurrió lo que siempre debe ocurrir en casos como estos: la defensa del orden constitucional es efectiva en la medida en que es asumida directamente por el pueblo, actuando como protagonista y no como simple espectador de las luchas políticas de su tiempo. Sin esa presencia del pueblo en calles y plazas, cosa que había advertido Maquiavelo hace quinientos años, no hay república que resista los embates de los personeros del viejo orden. El entramado institucional por sí sólo es incapaz de garantizar la estabilidad del régimen democrático. Las fuerzas de la derecha son demasiado poderosas y dominan ese entramado desde hace siglos. Sólo la presencia activa, militante, del pueblo en las calles puede desbaratar los planes golpistas.
En segundo lugar, el golpe pudo ser detenido porque la movilización popular que se desarrolló con gran celeridad dentro del Ecuador fue acompañada por una rápida y contundente solidaridad internacional que se comenzó a efectivizar ni bien se tuvieron las primeras noticias del golpe y que, entre otras cosas, precipitó la muy oportuna convocatoria a una reunión urgente y extraordinaria de la UNASUR en Buenos Aires. El claro respaldo obtenido por Correa de los gobiernos sudamericanos y de varios europeos surtió efecto porque puso en evidencia que el futuro de los golpistas, en caso de que sus planes finalmente culminaran exitosamente, sería el ostracismo y el aislamiento político, económico e internacional. Se demostró, una vez más, que la UNASUR funciona y es eficaz, y la crisis pudo resolverse, como antes la de Bolivia, en 2008, sin la intervención de intereses ajenos a América del Sur.
Tercero, pero no último en importancia, por la valentía demostrada por el presidente Correa, que no dio brazo a torcer y que resistió a pie firme el acoso y la reclusión de que había sido objeto pese a que era más que evidente que su vida corría peligro y que, hasta último momento, cuando se retiraba del hospital, fue automóvil fue baleado con claras intenciones de poner fin a su vida. Correa demostró poseer el valor que se requiere para acometer con perspectivas de éxito las grandes empresas políticas. Si hubiese flaqueado, si se hubiera acobardado, o dejado entrever una voluntad de someterse al designio de sus captores otro habría sido el resultado. La combinación de estos tres factores: la movilización popular interna, la solidaridad internacional y la valentía del presidente terminó por producir el aislamiento de los sediciosos, debilitando su fuerza y facilitando la operación de rescate efectuada por el Ejército ecuatoriano.
3. ¿Puede volver a ocurrir?
Sí, porque los fundamentos del golpismo tienen profundas raíces en las sociedades latinoamericanas y en la política exterior de Estados Unidos hacia esta parte del mundo. Si se repasa la historia reciente de nuestros países se comprueba que las tentativas golpistas tuvieron lugar en Venezuela (2002), Bolivia (2008), Honduras (2009) y Ecuador (2010), es decir, en cuatro países caracterizados por ser el hogar de significativos procesos de transformación económica y social y, además, por estar integrados a la ALBA. Ningún gobierno de derecha fue perturbado por el golpismo, cuyo signo político oligárquico e imperialista es inocultable. Por eso el campeón mundial de la violación a los derechos humanos -Álvaro Uribe, con sus miles de desaparecidos, sus fosas comunes, sus “falsos positivos”- jamás tuvo que preocuparse por insurrecciones militares en su contra durante los ocho años de su mandato. Y es poco probable que los otros gobiernos de derecha que hay en la región vayan a ser víctimas de una tentativa golpista en los próximos años. De las cuatro que hubo desde el 2002 tres fracasaron y sólo una, la perpetrada en Honduras en contra de Mel Zelaya, fue coronada exitosamente. El dato significativo es que su ejecución fue sorpresiva, en el medio de la noche, lo cual impidió que la noticia fuese conocida hasta la mañana siguiente y el pueblo tuviera tiempo de salir a ganar calles y plazas. Cuando lo hizo ya era tarde porque Zelaya había sido desterrado. Además, en este caso la respuesta internacional fue lenta y tibia, careciendo de la necesaria rapidez y contundencia que se puso de manifiesto en el caso ecuatoriano. Lección a extraer: la rapidez de la reacción democrática y popular es esencial para desactivar la secuencia de acciones y procesos del golpismo, que rara vez es otra cosa que un entrelazamiento de iniciativas que, a falta de obstáculos que se interpongan en su camino, se refuerzan recíprocamente. Si la respuesta popular no surge de inmediato el proceso se retroalimenta, y cuando se lo quiere parar ya es demasiado tarde. Y lo mismo cabe decir de la solidaridad internacional, que para ser efectiva tiene que ser inmediata e intransigente en su defensa del orden político imperante. Afortunadamente estas condiciones se dieron en el caso ecuatoriano, y por eso la tentativa golpista fracasó. Pero no hay que hacerse ilusiones: la oligarquía y el imperialismo volverán a intentar, tal vez por otras vías, derribar a los gobiernos que no se doblegan ante sus intereses.
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