Entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938 los judíos sufrieron un terrible golpe: la Kristallnacht o Noche de los Cristales Rotos. Miles de milicianos de las SS y formaciones paramilitares, irrumpieron libremente –en un ataque bien orquestado- en las residencias judías en casi todas las ciudades de Alemania, Austria y los Sudetes  robando objetos de valor, saqueando tiendas y negocios, incendiando y destruyendo sinagogas, clubes, bibliotecas, escuelas e instituciones sociales. Las personas que eran identificadas como judías eran golpeadas, humilladas, vejadas con la anuencia de las multitudes que miraban sin hacer nada e incluso aplaudían el accionar de esas hordas salvajes y la pasividad policial.

En la Kristallnacht y en los días que siguieron, miles de judíos fueron encarcelados y torturados y muchos fueron deportados a los campos de concentración de Buchenwald y Dachau (se calcula que fueron unos 25.000), donde ya estaban prisioneros políticos y opositores (comunistas, sindicalistas, socialistas, intelectuales) en condiciones infames y crueles.

Una forma de potenciar la ignominia fue que las autoridades exigieron el pago de los daños provocados en el sistema eléctrico (alrededor de 1000 millones de marcos) por de los disturbios a las comunidades judías. El saldo final fue el asesinato de un centenar de personas, mas de 7.500 negocios de judíos fueron destruidos / saqueados / robados, 267 sinagogas quemadas, y miles de personas heridas.

La Kristallnacht marcó un punto de inflexión en la persecución nazi a las comunidades judías: de allí en mas, hubo una  notoria intensificación en la violencia, que culminó en las cámaras de gas, los campos de exterminio y el genocidio (la Shoá).

A partir de esa nefasta jornada, toda una legislación denigrante se potenció: muchos negocios, fábricas, empresas de judíos fueron confiscadas; se prohibió a los judíos permanecer en la mayoría de los lugares públicos y los niños judíos fueron expulsados ​​de todas las escuelas alemanas; los judíos estaban sujetos a restricciones del toque de queda y fueron obligados a llevar insignias con la estrella de David para la identificación entre otras medidas.

Por esa razón, por las personas que no pueden hablar por sí mismas porque fueron privadas de ello arbitrariamente por la barbarie, es que debemos hablar.

Esta día es, sin duda, adecuado para recordar este presagio de horror: la fecha infame que marca el inicio de la espiral de odio inimaginable desatado entre un pueblo supuestamente civilizado.

Es responsabilidad de la Humanidad en su conjunto no permitir que vuelvan a reiterarse hecho de estas características. No naturalizar, no permanecer pasivos; no solo indignarse, sino también actuar, sea donde sea, quienquiera que sea la víctima, cualquiera que sea el victimario.

NUNCA MAS

NO OLVIDAMOS – NO PERDONAMOS.

 

 

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