Los dramáticos hechos sucedidos durante la Noche de los Cristales Rotos representan un punto de inflexión en las masacres nazis sobre las juderías europeas. Las complicidades o los silencios de buena parte de la gente común aportaron al camino sin retorno hacia el totalitarismo genocida en Alemania.

En el transcurso de esa noche (9 al 10 de noviembre de 1938), los nazis aterrorizaron a los judíos alemanes y austríacos de manera pública: asaltando instituciones, sinagogas, comercios, escuelas, clubes, bibliotecas, casas particulares. Las calles quedaron llenas de cristales rotos, con un centenar de muertos y con más de 30.000 judíos detenidos y recluidos en campos de concentración.

 

Este evento afectó a las comunidades judías de manera decisiva, y mostró la verdadera cara de muchos de sus vecinos, algunos de los cuales a veces de manera activa, otras con su silencio desempeñaron roles de complicidad y anuencia con los atacantes, los que ya contaban con el consentimiento de policías y jueces. Su pasividad favoreció las políticas de aniquilamiento nazi, y fue la base de la impunidad.

Todo tiene la misma matriz.

Así como el aval o silencio cómplice civil de parte de la población habilitó el horror de la Noche de los Cristales y del genocidio nazi-fascista, hoy los poderosos del mundo alientan las guerras y las financian con recursos y armas generando muertes en Medio Oriente. Nos indignan y conmueven las imágenes del aquel conflicto, consecuencia de la intolerancia, el odio y la violencia que avanzan a escala global.

Es el reflejo de lo que sucedió en Alemania y Austria aquel noviembre del 38, lo mismo que ocurrió con las atrocidades perpetradas por el terrorismo de Estado en Argentina durante la última dictadura cívico-militar-eclesiástica: esta fue impulsada desde distintos sectores de la sociedad y del oficialismo, con el sustento de las grandes potencias, y acompañada por el silencio de algunos sectores de la sociedad.

Quienes integramos la Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina —ICUF—, sostenemos que la memoria interpela y convoca; que es, entre otras cosas, un espejo donde se reflejan los daños causados a las víctimas. Ante la experiencia de la barbarie, la reacción moral es reivindicar el Humanismo, sin aspiraciones de venganza: ese debe ser el cimiento desde donde se construya la libertad, desde donde erradiquemos el Odio, desde donde podamos convivir aspirando a una sociedad justa. Esto hicimos tras la Segunda Guerra Mundial, durante y tras la dictadura, y con cada genocidio, porque entendemos que toda vida vale, porque tenemos empatía y creemos en la convivencia pacífica entre pueblos.

 

En la búsqueda del entendimiento cabal de la dimensión política de la memoria y, en particular, de aquella Noche, el genocidio y los campos de concentración, decimos que resulta claro que, aunque muchas veces nuestra memoria olvida en realidad siempre recuerda. El objetivo último de la reflexión y de la memoria de Auschwitz y de hechos como la Noche de los Cristales Rotos, es el NUNCA MÁS, lo cual nos compele a no ser indiferentes ante el dolor, el sufrimiento y la angustia.

Marcelo Horestein – Presidente

Marcos Saal – Vicepresidente