Existe en todos los seres humanos un impulso innato hacia la extinción, la muerte (pulsión de muerte lo llamara Freud en oposición –y en interdependencia- con las pulsiones de vida), pero así también existe una porción de agresividad dentro del organismo humano que va más allá del instinto, hay un suerte de tentación por satisfacer nuestras pulsiones agresivas en el otro. El instinto de la muerte se torna en instinto de destrucción cuando es dirigido hacia fuera, hacia los objetos, hacia los otros.
Los hechos acontecidos en las ultimas semanas, que terminaron con la vida de un joven en manos “anónimas”, denominados estos hechos por unos como “justicia” por mano propia y por otros como homicidios culposos; nos remiten a profundas preguntas acerca de la democracia, de la democratización de las instituciones sociales, a debates pendientes acerca de la integración o lo que ella significa, lo que el sociólogo francés Robert Castel denomino la cuestión social: s decir la incertidumbre, inquietud o enigma de una sociedad acerca de sus aptitudes para mantener la cohesión entre sus miembros. Es el desafío que interroga la capacidad de una sociedad para existir como un conjunto vinculado por relaciones de interdependencia.
Vivimos en una época en la cual los vínculos humanos son considerados frágiles, inestables y tan fáciles de romper como de crear. La esfera comercial lo abarca todo. Las relaciones son entonces pensadas en términos de costo y beneficio. Esta precariedad en los vínculos sociales, a causa del auge del individualismo, va acompañada de importantes efectos de segregación y exclusión.
Al decir de Bauman, el amor al prójimo (uno de los fundamentos de la vida civilizada y de la moral) se ve distorsionado, poniendo en crisis así, la noción de semejante. En la imposibilidad de ser semejantes, la diferencia gira hacia los extraños, que pierden el misterio de la ajenidad, volviéndose siniestros; a veces como doble amenazante y a veces como simple resto o desecho.
En materia de derechos humanos la sociedad argentina se ha puesto al corriente del derecho internacional en los últimos diez años, cabe mencionar que si bien se adhería a tratados y pactos como la Convención de los Derechos del niño, Convención de Belem do Pará, Convención de los derechos de las personas con Discapacidad y otros incorporados en el Inc. 22, Art. 75 de la Constitución Nacional, ello hasta hace un tiempo breve no tenia ningún efecto sobre el derecho interno, pero bien es sabido que un cambio legislativo no necesariamente es un cambio social y viceversa, no en vano la propuesta elaborada por juristas representantes de todos los partidos políticos de modificación de los códigos civil y comercial, y el código penal , carece de debate social y fue ninguneado incluso por aquellos partidos con representación en la elaboración de los anteproyectos. Esto nos da cuenta de la necesidad de debatir socialmente el contenido del derecho para que ello no sea alejado de la vida cotidiana y pueda ser pensado democráticamente.
En este sentido: ¿cuando hablamos de inseguridad hablamos de seguridad? ¿En relación a que? ¿Para quién es la seguridad? ¿Y la inseguridad? ¿Hablamos de la vida o de propiedad privada? ¿Hablamos de bienes y servicios o hablamos de infortunios de la vida como la enfermedad?
Robert Castel hipotetiza que la inseguridad moderna no sería la ausencia de protecciones, sino su reverso llevado a un mundo que se organiza alrededor de una búsqueda desenfrenada de protecciones y seguridades, donde la propia búsqueda estaría generando la inseguridad, es decir seguridad e inseguridad son relaciones con los tipos de protecciones que asegura o no una sociedad.
Entonces debemos preguntarnos por el temor de quedar por fuera de esas protecciones, ahora bien ¿queremos dejar por fuera algunos miembros de la sociedad? ¿realmente hay miembros de la sociedad por fuera? ¿existe algo que no sea la sociedad? Bien vale preguntarse ¿hay algunos que están integrados como parias, como escoria? ¿a quien le sirve? ¿el temor de queda por fuera, a quien le sirve? ¿Quiénes son los mercaderes de la seguridad que venden desde candados, alarmas llegando a instar a la formación de milicias privadas? sigo preguntando ¿a quien le sirve?
Las sociedades modernas se encuentran viviendo una especie de “inflación del riesgo”, en donde no existe una solución radical que aniquile el factor de ansiedad. Paradójicamente a la vez que aumenta la demanda de protección decrece la posibilidad de estar protegido.
El abordaje desde el discurso de la seguridad es tomar algo sintomático como peligroso, y cuando un discurso toma algo sintomático como peligroso, lo puede convertir en peligroso.
El poder en sí mismo no requiere sostenerse en el miedo, pero sí existen formas especiales de poder que se ejercen e imponen desde los miedos. Son formas que generan violencia, bien sea por autoritarismo, bien sea por sumisión; son formas que generan exclusión, precisamente justificadas por el miedo al otro diferente, cualquiera sea su diferencia. Entonces cabe preguntarse ¿qué pasa con mi condición de sujeto de derecho cuando la desconozco en el otro? ¿por qué se sigue a una corrida económica fomentada por multinacionales y grandes grupo económicos nacionales, una suerte de crisis social que desconoce el funcionamiento de las instituciones?
Por otro lado, ¿qué ciudadano que no pertenezca a la familia judicial sabe a ciencia cierta la tipificación de los delitos y su consecuente pena? ¿Ese conocimiento evita ciertamente el cometer un delito? En materia penal existen tres corrientes respecto de la función punitiva, una plantea que el castigo debe ser una retribución al daño realizado, otra que el castigo debe ser de ejemplo para que otros no lo cometan (la política de mano dura y tolerancia cero) y una tercera que piensa que debe evitar que vuelva a ocurrir (planteo que van desde un plano educativo y reinserción social hasta la pena de muerte). En tiempos de reforma penal es importante discutir ¿que función social le vamos a dar a la pena privativa de la libertad, hasta qué punto o en qué casos la reclusión es la solución, de qué modo podemos contribuir a prevenir la comisión de un delito?
Ninguna frase es más precisa que la esgrimida por un profesor francés de derecho internacional René J. Dupuy en su obra “La emergencia de la Humanidad”, quien ha afirmado: “Vivimos en un mundo en el que, por fuerza, hay que hacerles sitio a todos. No se puede huir de los otros; no existe otro lugar”
Por ello, los tiempos actuales nos plantean el desafío de re-pensar la democracia de modo de contener a todos y todas, contribuir a sostener la democracia, y militar la vigencia de los derechos humanos, es el desafío que interroga
MAGALI PAEZ ROCIO BERTOLACCINI
Lic. En Trabajo Social Lic. En Psicología
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