24 de abril de 2019 – Legislatura – CABA
Por Marcelo Horestein, presidente del ICUF (Idisher Cultur Farband – Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina).
Recordamos hoy el Levantamiento del Gueto de Varsovia.
Lo hacemos por el mensaje humanista que transmite, por la lucidez de sus luchadores al haber soslayado las diferencias y haberse unido ante la adversidad, por haber sobrepuesto la libertad a la esclavitud. Del mensaje de entrega y valor de los partisanos, aprendemos y transmitimos para seguir denunciando y combatiendo cada intento de genocidio, hacia cualquier grupo de personas.
Recordamos que hoy, 24 de Abril, se conmemora un nuevo aniversario del genocidio armenio perpetrado por el Estado de Turquía. A más de cien años de ocurrido, solo es reconocido por treinta y dos países.
Fue Hitler mismo quien se preguntó quién habría de recordar el genocidio judío si nadie recuerda el genocidio armenio.
El judío. El armenio. Y hubo más.
Otro verdadero genocidio fue la Guerra Civil Española, en la cual se probó la maquinaria bélica que se usaría para intentar conquistar el mundo y para declarar la supremacía aria. El mejor espíritu libertario judío estuvo presente en esa guerra, con la participación de la Brigada Botwin, la que actuó junto al resto de las brigadas internacionalistas que se sumaron a las fuerzas antifranquistas.
Asimismo, puedo nombrar el genocidio de los pueblos americanos durante la conquista española, que duró siglos, o el genocidio en Ruanda, en 1994, entre otros.
A partir del entendimiento de que la Historia y la actualidad están minadas de intentos de destrucción de diversos grupos humanos, las instituciones progresistas de nuestro medio tuvieron la iniciativa de instalar la consigna: “Un genocidio, todos los genocidios”. Mediante esta, buscamos expresar el repudio a tal atropello humanitario y pretendemos revelar su origen común: la imposición de regímenes políticos y económicos injustos.
Hoy, estamos aquí para recordar y enaltecer a los héroes del Levantamiento del Gueto de Varsovia.
La Shoá, es decir, el intento de eliminación del pueblo judío como una política de odio racial nazi, fue un genocidio, un plan sistemático pensado para el exterminio masivo de un grupo de personas, en este caso, por características étnicas. Sin embargo, el plan sistemático, luego, se fue extendiendo a los homosexuales, los discapacitados, los gitanos, los testigos de Jehová, los comunistas, los opositores políticos…
La expresión “solución final” acuñada por los nazis era solamente un eufemismo para ocultar el exterminio del pueblo judío. La derrota militar aria lograda en el Levantamiento fue un claro mensaje de entusiasmo para los pueblos libres, en tiempos en los que no había esperanzas de supervivencia —menos aun de victoria—, pero sí de dignidad.
El 19 de abril de 1943, el ejército nazi al mando del general Jürgen Stroop entró al Gueto de Varsovia con el objetivo de liquidarlo, de deportar a toda la población a los campos de exterminio, como regalo de cumpleaños para el Führer.
Ese día, en ese año, iniciaba la celebración de Peisaj. Evocando el mensaje de libertad que esa festividad representa fue que se inició el Levantamiento.
Para poder comprender el valor de las acciones, entiendo relevante comprender el contexto en que fueron desatadas.
Pensemos como se hallaba la población judía de Varsovia y sus alrededores entre 1941 y 1943, dentro del Gueto:
Estaban hacinados: vivían 500 000 judíos en un área de casi tres kilómetros y medio. En esas condiciones, ¿es posible algún tipo de servicio eficiente, sea de luz, de agua potable, de cloacas, de recolección de residuos, de calefacción? ¿Y los de salud, educación, atención a los ancianos o a los niños?
Hay que agregar, además, que eran parte de la realidad cotidiana los trabajos forzados en situación de esclavitud, las enfermedades, las razias, las deportaciones masivas, los asesinatos callejeros, las raciones alimenticias de hambre.
Como si eso no fuera suficiente desprecio por la vida, todo lo mencionado transcurría en un estado de encierro despótico y de una incertidumbre absoluta acerca de lo que el futuro les deparaba, tanto individualmente como en comunidad.
Los innumerables —sencillos pero colosales— actos de los combatientes del Gueto, que han contribuido a un futuro —que hoy es presente— con espacio para la libertad, la emancipación de los pueblos, los Derechos Humanos, la justicia y la dignidad, constituyeron la Resistencia: una bella y elevada creación del Humanismo militante.
Porque, en medio de ese horror, de esa miseria y de ese dolor; en medio de la podredumbre que hace que surjan todas y las peores miserias, hubo luces brillantes que iluminan hasta el día de hoy: el hogar de niños huérfanos del Dr. Janusz Korczak, el archivo clandestino de Emmanuel Ringuelblum, las escuelas —prohibidas por los nazis—, las orquestas encubiertas, las organizaciones de solidaridad, las ediciones de periódicos y de escritos, la actividad clandestina de los partidos políticos. Aun allí, aun así… era posible el Humanismo. Era factible la producción de arte, de conocimiento, de saber.
Dentro del Gueto, se conformó la Organización Judía de Combate que estaba integrada, en su mayoría, por jóvenes de poco más de 20 años, quienes provenían de casi todas las corrientes políticas actuantes en el Gueto: Hashomer Hatzair, Bund, Comunismo, Dror, Socialismo e independientes. Hoy recordamos con orgullo a esos valientes muchachos y muchachas que se alzaron en armas contra los verdugos nazis.
Mordejai Anielevich, Josef Lewartovsky, Andrei Szmidt, Marek Edelman son nombres que no se perderán en la historia. Es allí donde aflora lo más puro de la dignidad humana: en rebelarse contra la ignominia, contra la arbitrariedad, contra la barbarie, contra el despojo de la misma condición de ser seres humanos; porque los judíos habían sido condenados a ser aniquilados por los nazis por el solo hecho de serlo. La condena era el extermino total, por ese solo hecho: ser.
Reivindicamos la Resistencia, la que se multiplicó en guetos, campos de concentración, bosques, pantanos; la que hizo y hace honor a la condición de seres humanos.
Esa palabra —Resistencia— nos habla de deseos de justicia, de dignidad, de libertad, de solidaridad, de igualdad, de paz.
Fueron esas acciones y producciones las que conformaron la Resistencia, esa que lanzó a la Humanidad un mandato que, como eco interminable, insustituible, resuena en los oídos de quienes quieren escuchar; ese eco que resuena: Nunca más – por nuestra y vuestra libertad.
Y es ese eco el que nos recuerda que debemos seguir resistiendo, seguir trabajando ante las adversidades del presente.
En la actualidad, el negacionismo está resurgiendo con una fuerza inusitada y, con esta ceguera impuesta de fondo, los movimientos de extrema derecha van ganado adeptos. Durante las crisis sociales —como la vigente— la población, influenciada por el discurso oportunista de la derecha, ve una salida en las propuestas de los políticos de esta corriente.
Ocurre en Europa: hay más de sesenta eurodiputados de filiación neofascista, con Francia, Grecia, Hungría, Italia y Austria y, en el continente asiático, Israel entre otros. También en América: Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay…
Veamos qué sucede con relación al Holocausto, en particular, en Polonia, allí donde se aprobó, hace dos años, una ley según la cual no se puede manifestar que los campos de concentración en su territorio eran campos polacos.
Recordemos que durante la Shoá muchos polacos fueron colaboracionistas; también que otro grupo formó parte de la Resistencia, y estaban los “Justos entre las Naciones”, es decir, quienes ayudaron a los judíos, de forma altruista, sin miramientos sobre su pertenencia étnica. También conocemos muchas matanzas de judíos realizadas por población polaca sin intervención de los nazis. Por citar una, traigo a la memoria Jedwabne.
Si, en la actualidad, se empieza a caminar por Varsovia, surge ante la mirada el monumento a los Héroes. Se avanza y se llega a Mila 18, luego se hace equilibrio sobre la línea grabada en el piso que dividía el adentro y el afuera del Gueto esa que, en ese momento, separaba la vida de la muerte y, mientras, se vislumbra el mar de escombros en que se convirtió. Unos pasos más y se puede advertir un edificio que emula la sinagoga explotada por los nazis para festejar su destrucción, mientras repica el sonido de la voz polaca que cuenta la historia (aunque sabemos que hay otra historia). En un hondo respiro se llega a Auschwitz-Birkenau, el mayor complejo de muerte creado por el hombre. No deja de sorprender por su extensión y por su disposición para asesinar a casi un millón de judíos.
En Polonia, el 90% de la población judía fue exterminada.
Lejos en el mapa, pero cerca en los acontecimientos, el conflicto en Medio Oriente nos interpela en particular y nos llama a la reflexión, porque la libertad debe ser para todos los pueblos, y porque ninguna guerra trae más que sufrimiento e injusticia. Nos concierne como humanos, como argentinos, como judíos.
Nuevamente, en las recientes elecciones, ganó la derecha más rancia. Gran parte del mundo protesta contra la política expansionista de Israel, pero a su gobierno parece no importarle, ya que cada día da un paso más para asemejarse a un Estado fascista, amparado en los votos que recibe.
El conflicto mismo activa un nuevo tipo de antisemitismo: el que es generado, por aquellos que gobiernan el Estado de Israel, el país creado por las Naciones Unidas para los judíos por su condición de víctimas de la barbarie. ¡Qué paradoja! Las víctimas convertidas en victimarios.
En relación con esto, hoy, como ayer, sostenemos nuestra idea-fuerza: “Dos pueblos – Dos Estados”, con todos los atributos de la soberanía, fronteras seguras anteriores al conflicto de 1967, y solución negociada al conflicto de los refugiados y demás desavenencias.
Tanto en Palestina como en Israel hay sectores que bregan por la paz. Debemos, con fuerza, darles nuestro apoyo. Sería el legado vivo del valor de la vida, de la resistencia en pos de la libertad y de la paz de los hoy homenajeados héroes del Gueto de Varsovia.
Resulta relevante, a la luz de los acontecimientos contemporáneos, efectuar los planteamientos pertinentes en relación con el resurgimiento del fascismo. ¿Por qué el mundo vira a la derecha radicalizada? ¿Cómo, a pesar de los esfuerzos por mantener viva la memoria y las experiencias de quienes nos precedieron, estamos ante una nueva avanzada del racismo, la xenofobia, la pérdida de libertad?
En las democracias actuales, muchos de los votantes son influenciados por el poder de los grandes medios, habitualmente controlados por los grupos que concentran el poder económico, tanto nacional como internacional. Estos tienen gran influencia sobre la opinión pública; utilizan estrategias tales como la creación de la cultura del miedo y el vaciamiento de contenido al lenguaje para persuadir a los ciudadanos votantes.
Este proceso se está dando también en Argentina, nuestro país, y dentro de nuestra colectividad, la judía.
También tenemos más de setenta presos políticos.
Se repiten por funcionarios del gobierno y de la vida pública, expresiones que ponen en duda las cifras de los 30 000 detenidos-desaparecidos y de los 6 000 000 judíos asesinados por el nazismo.
Estas expresiones —o su ausencia— no son casuales; forman parte de un plan: el de instalar y luego repetir, insistentemente, conceptos a la población, reminiscencias del “Miente, miente, que algo quedará…” del tristemente famoso Joseph Goebbels y su actual discípulo, Durán Barba.
Pero no es solamente la manipulación de los votantes a través de los medios de comunicación masiva; también existen maniobras políticas que entorpecen procesos democráticos y republicanos que ponen en riesgo aquello por lo que tanto hemos trabajado y debemos seguir trabajando.
El armado de causas a los opositores, tan en boga estos días, tiene historia y se repite. Recordemos el caso Dreyfus y el asesinato del matrimonio Rosemberg, por citar algunos ejemplos.
Tanto en la DAIA como en la AMIA, en el término de doce meses, han dimitido sus presidentes, uno acusado de extorsión y acoso sexual y, el otro, expulsado por querer decir la verdad sobre la causa memorándum. Necesito manifestar que ni a nosotros ni a miles de argentinos judíos nos representa la conducción de la DAIA.
Sin embargo, no es la primera vez en la Historia que las cúpulas de representantes avanzan divergentes de los pueblos. Así como las dirigencias de DAIA y AMIA, emparentadas con los actuales gobernantes argentinos, permanecieron en silencio aplicando el doble rasero ante los casos de banalización de la shoa y las visitas de nazis a la Casa Rosada, ayer, la dirigencia del Judenrat del Gueto, traicionó a sus hermanos.
“Un genocidio, todos los genocidios”, dijimos antes. Cada uno de estos marcó un hito en la Historia de la Humanidad. Argentina también tuvo su genocidio, con el saldo de 30 000 detenidos desaparecidos, entre ellos, 1 800 argentinos judíos.
Nuestro aporte a la prevención de nuevos genocidios es diario, mediante la transmisión de lo que pasó, en forma dinámica, para que las nuevas generaciones sean educadas en el cabal conocimiento de los anteriores, y así puedan prevenir futuros genocidios.
Es en el mundo entero que peligra la Paz. Cruel e impiadoso, el neoliberalismo requiere pobres para optimizar sus ganancias y enemigos para justificar sus guerras. Ayer fueron los gitanos y los judíos —entre otros—; hoy son los migrantes y los pobres —víctimas del mismo capitalismo y de las guerras imperialistas—, estigmatizados, condenados al hambre por el sistema neoliberal, estamos siendo conducidos a un nuevo genocidio: el económico.
En el proceso de liberación mundial que es nuestro anhelo y frente a las poderosas fuerzas que enfrentamos recordemos la unidad de acción en el Gueto.
¡¡Qué lección de vida nos dejaron los combatientes!! Ellos entendieron que la única batalla que con seguridad se pierde es la que no se libra. Ese es el sentido de su legado.
Por la Memoria, por la Verdad, por la Justicia, vayamos juntos en busca de Nuestra y Vuestra Libertad.
No olvidamos ni perdonamos. No nos reconciliamos con los genocidas de ayer ni con los de hoy.
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