Muchas de las personas que se citan en el relato que sigue eran activos participantes de ACIC como Hugo Kogan, Ruben Goldman, la familia Colman. A ellos, a los 30.000 hermanos que no están porque fueron violentamente arrancados, a los que resistieron, a los que soñamos con construir un mundo justo, a escala humana, nuestro homenaje.
Quien hace este estremecedor relato es Graciela Bialet en ocasión de declarar ante los jueces como testigo en el megacausa que se sigue en Córdoba a los represores genocidas del III Cuerpo de Ejercito.
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MEGACAUSA
12/02/14
Yo ingresé a la UNC, la ECI en 1973. Allí me hice amigos entrañables y me afilié a la Federación Juvenil Comunista (FEDE). A través de ellos comencé también a ir al campo de deportes de la ACIC. Así conocí a Hugo Kogan en 1973 y nos hicimos muy amigos.
Hugo era extrovertido, guapo, de carácter fuerte y enérgico, el alma de todas las fiestas. Cantaba y silbaba estupendamente. Tuvimos una relación fuerte, como se siente a esa edad el valor de la amistad, que continuó hasta el momento de su desaparición, y aún luego de 1975 en que yo estaba en pareja con Mario Jorge Bialet, durnte 37 años, quien era dirigente sindical de Luz y Fuerza, en la conducción de Tosco, luego en el sindicato en la clandestinidad y también, más tarde, Secretario Gral. de la FEDE.
Esta situación me llevó a conocer y vivir muy de cerca la represión, las desapariciones, la cárcel y las implacables persecuciones que sufrimos los jóvenes militantes comprometidos con la realidad social de nuestra patria en los 70.
Conocí a Alberto Caffaratti. Él trabajaba con mi esposo en la comisión de adjudicaciones de Epec. De hecho estaban saliendo del trabajo juntos cuando a Caffaratti lo secuestraron el 15 de enero de 1976. Mi esposo junto a Di Toffino y Yone Grilli, esposa de Caffaratti viajaron a Bs. As. al Edif. Del Libertador a pedir por él. Luego a Yone la detienen en Rosario y estuvo desaparecida un par de días, hasta que la localizan y es liberada. A Di Toffino lo secuestran en nov 76.
La impunidad y la crueldad eran moneda corriente. Mi marido había estado preso en la D2 en abril del 75 con Moro y Caffaratti. Recibió por escrito amenazas de la AAA.
Ser joven era sospechoso. Usar jeans y pelo largo también. Había que circular siempre con DNI y los puentes eran una boca al infierno. Recuerdo que el agosto del 76, un tío mío que nada que ver, -él era pastor evangélico-, me acercó en su auto a casa de mis padres. Yo cargaba en brazos a mi bebé de 4 meses, y al cruzar el puente Sarmiento (Córdoba) nos pararon para pedirnos nuestros documentos. Se los dimos y me pidieron el del bebé. No lo tenía, por supuesto. Entonces nos hicieron bajar, nos revisaron, nos maltrataron. Mi tío que era un hombre pacífico y frágil les rogaba que nos dejaran seguir nuestro camino y ante una amenaza hasta se orinó encima del susto, lo que fue muy humillante. Yo recuerdo que pensé en arrojarme al río y le dije que si me sacaban el bebé tendrían que matarme antes. Luego de un rato nos dejaron seguir. Así de malvados eran.
Conocí también a Elizabeth (Elita) Brailovsky, esposa de uno de los abogados del Partido Comunista, Francisco Delgado. Elita estuvo en La Perla alrededor de 10 días. Fue secuestrada la nefasta noche del 21 de set. 76, en que detuvieron e hicieron desaparecer a muchos militantes del PC.
Como nuestros esposos eran militantes muy comprometidos, Elita y yo nos veíamos a menudo y entablamos una amistad muy estrecha hasta el día de su muerte, en 2006, producto de un cáncer.
Luego de su liberación, Elita me confió lo vivido en La Perla, pero estaba aterrorizada y me rogó mantener su relato en secreto. Temía por su familia. Ella tenía al momento de su secuestro una niña de 5 meses. Y estaba aterrorizada porque fue sistemáticamente amenazada por un tal Manzanelli, desde su liberación y hasta que murió. Ese represor la sacó de La Perla –ella creía que para matarla- y luego de insultos y de decirle algo referido a que la soltaba porque no quería tener deudas con judíos comunistas de mierda y que se lo dijera a su padre, porque creo que algún favor le había hecho un abuelo de Elita a este sujeto. Cuestión que en los años de dictadura y luego ya en democracia, cada tanto se le aparecía o mandaba a alguien, o la llamaban para recordarle que si hablaba era judía muerta. Me contó que una vez se apareció por casa de los padres de ella y dijo que él traía las morcillas, que ellos le prepararan un asado.
Elita me dijo que cuando la secuestraron, pasaron por otro domicilio y cargaron en el mismo auto donde ella iba vendada y tirada en el suelo del asiento de atrás, a un hombre.
Me contó que en La Perla vio a Marina Colman y Mónica Priotti, que estaban al lado de ella. Que estaban separados por un lado de ese enorme galpón los hombre y en otro las mujeres, pero que ella alcanzó a ver a toda la familia Colman, a Rubén Golman, al Negro Trigo, al niño Huevón Guillén y que le dijeron que estaba allí Hugo Kogan, que siempre silbaba.
Yo declaré espontáneamente en Testimoniales, en 2007, mi esposo también. Francisco Delgado lo hizo a pedido de la Fiscal Filoniuk, luego de la muerte Elita estos hechos, dado que ella jamás pudo denunciar por terror y por la impunidad que aún en democracia ejercían sus represores.
Vivimos en aquellos años la pesadilla de estar presos en supuesta libertad. La impunidad y el terror eran diarios. Muchos de los que sobrevivíamos a las detenciones seguíamos militando. En nuestro caso, elegimos el insilio como modo de resistencia: yo trataba de ayudar a los niños víctimas del terrorismo de estado. Mario seguía en el sindicato en la clandestinidad, organizando a los compañeros, recaudando dinero para presos y víctimas de desparecidos. Aún cuando en 1977, luego de varios intentos de detenerlo, y siendo expulsado de EPEC aplicándole la ley antiterrorista y la ley pcia 5913 art 5 inc f: “por ser factor real o potencial de perturbación”, Mario siguió yendo a la Epec subrepciamente.
El 21 de set. de 1978 estando en Epec, en el edificio actual, repartiendo información a los compañeros, alguien lo delata y dos tipo la detienen. Mario tenía entrenamiento sindical y político, entonces comenzó a grita “ me están secuestrando mi nombre es MB, si me meten en ese ascensor me llevan al 5to piso donde funciona una of. De la SIDE y de allí al helipuerto que usan como traslado.” Entonces los compañeros comenzaron a salir de las oficinas, agitaron a toda la gente que allí había. Forcejearon y de hecho le arrancaron los captores las mangas de la chaqueta que MB llevaba puesta. Finalmente dando una patada y saltando para atrás ya en las puertas del ascensor pudo liberarse. Mario contó que mientras él corría le abrían paso y luego lo cerraban a los que lo perseguían. Esa era la organización y solidaridad de quienes resistíamos la dictadura y los crímenes de lesa humanidad.
A partir de allí la persecución fue aún más inmoral e implacable. A los pocos días fueron a la casa de la madre de Mario, ella acababa de regresar de tres meses de internación tras ser operada de cáncer de estómago. Estaba con una enfermera. Entraron unos militares y unos sujetos disfrazados y preguntaban por su hijo y como ella les decía que no sabía nada, se la cargaron. Por suerte un juez o fiscal que vivía en su mismo edificio al oír tanto alboroto intervino y no la llevaron. A tiempo detuvieron a uno de sus hermanos que se presentó a una citación que él estimó que no era para tanto (él era del Opus Dei), que Mario exageraba, que los militares eran gente tan correcta… pero por sugerencia de Mario fue con un abogado y los detuvieron a los dos preguntándole por Mario.
La persecución era cada vez más descarnada. Durante los años de la dictadura nos mudamos 13 veces gracias a la solidaridad de la organización y de amigos. En una de esas huidas nos salvamos con lo puesto. Vivíamos en Garay esquina Méjico y una noche rodearon la casa a los golpes entraron buscando a alguien de apellido Blanco. Yo corrí al cuatro de mis hijos y tiré toda la ropa que pude encima de ellos tratando de dejar un espacio para que respiraran. Les dimos los documentos y uno dijo estos no son y se fueron. Alzamos los 2 niños y salimos corriendo. Al rato cayeron de nuevo y se llevaron TODO. Yo estaba embarazada de 5 meses y perdí a mi bebé.
Esa impunidad continuó en democracia. A Mario jamás quisieron reincorporarlo a Epec. Murió reclamando que le quitaran de encima el lazo de la ley antiterrorista que los gobiernos de Angeloz, Mestre y De la sota le siguieron aplicando.
Elita murió perseguida y aterrorizada. Yo creo que su cáncer se debió a tanto miedo y la impunidad.
Así respondí a una pregunta de la defensora oficial, Dra. Rojas, acerca de una supuesta contradicción en cuanto a la motivación de su declaración de hoy respecto de una declaración anterior.
Hemos sobrevivido con la estúpida culpa de estar vivos.
Vivimos mucho tiempo creyendo que las únicas víctimas fueron los desaparecidos, y durante años fuimos a declarar por ellos, por los que no estaban. Por eso hoy quiero aprovechar esta oportunidad para declarar el contexto de todo lo que vivimos en esa época.
Elita me contó todo en una conversación de amigas, con un mate de por medio, ella estaba desgarrada. Y lo hizo para que si en este país alguna vez había algún viso de justicia, su testimonio pudiera servir».
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