Este año, casualmente coinciden los mismos días, Peisaj y el Levantamiento del Ghetto de Varsovia. Si no lo hubiesen hecho, igualmente estaríamos hablando del hilo conductor que los une: la lucha por la libertad.

Sería reiterativo decir que el mensaje que nos dan ambos acontecimientos es ése y no otro; que la libertad no es algo abstracto e intangible, sino algo concreto que solamente podemos sentir cuando nos falta. Los combatientes del Ghetto fueron libres cuando se alzaron en armas contra la barbarie nazi; fueron construyendo su libertad a medida que daban forma y vida a la Organización Judía de Combate, organización armada clandestina dentro del Ghetto que era perseguida y combatida tanto por elestablishment comunitario (el Judenrat) como  por los nazis. Esos jóvenes –hombres y mujeres, muchos de los cuales no pasaban los 16 años, cuya edad promedio era no mas de 20-21, primaveras de su comandante Anielevich y tanto que Levartovsky era llamado “el viejo”- fueron libres no porque se escaparon de los paredones y alambradas del Ghetto, sino porque pelearon por ello … ¡¡y lo lograron!!. Libres eran Korczak y Ringuelblum, los partisanos de los bosques, los que se sublevaron en Sobibor y Auschwitz, los que realizaban actividades no permitidas (escuelas, orquestas, periódicos): esos sí eran libres. Su libertad desafiaba la subordinación impuesta por los nazis.

El Levantamiento del Ghetto de Varsovia ocurrió en la primera noche de Peisaj de 1943. ¿Casualidad? Por cierto que no, y si así lo fuere, ¡¡que mejor ceremonia de Peisaj que aquella!!: proclamar, a los cuatro vientos, el significado profundo de que los esclavos no lo son en tanto peleen por su libertad y la de los demás.

Tampoco es casualidad que el lema que encabeza ese tremendo monumento de denuncia de lo que fue el terrorismo de estado en nuestro país elaborado por la Comisión Nacional para la Desaparición de personas (CONADEP) se titulara NUNCA MAS. El inspirador de ese nombre fue el rabino Marshall Meyer, quien así unió el pasado con el presente y proyectó el futuro.

Esa fue una de las consignas centrales de los combatientes del Ghetto. NUNCA MAS al horror, a la muerte, al odio. El terrorismo de estado aplicado en nuestro país para acabar con cualquier tipo de oposición a una dictadura cívico-militar que venía a imponer un modelo basado en el neoliberalismo, o sea la exclusión social, la entrega del patrimonio nacional, la extranjerización de la economía; tenía que necesariamente ser brutal. Su ferocidad no fue una contingencia imprevista, sino un plan perfectamente maquinado para no dejar rastro sobre el suelo de aquello que sonara distinto e impugnara lo que se trataba de aplicar. Había que disciplinar a una sociedad que había dado muestras de valentía y de organización popular. El resultado fue la mas bárbara y salvaje represión con el ya conocido y doloroso saldo de miles de hermanos nuestros desaparecidos, muertos, encarcelados, exiliados, cesanteados, golpeados de mil maneras imaginables (y otras también).

Pero el pretendido “fuego purificador” de los cruzados del Proceso no pudo hacer tierra arrasada. Siempre hubo una mata verde de donde naciera alguna flor: desde la resistencia de quienes no se fueron editando y repartiendo clandestinamente hojas de denuncia hasta las experiencias de Teatro Abierto, desde la creación de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo (y las demás organizaciones de derechos humanos que no abandonaron nunca su lucha y la acusación a los criminales) hasta algunas huelgas, desde la reorganización del movimiento obrero hasta la lucha por la paz con Chile; eran muestras de que aquí había quienes estábamos dispuestos a no dejarnos vencer, y con miedo y todo, enfrentar a los genocidas.

En nuestro movimiento contamos con un aporte interesante (no el único) y poco re-conocido en ese sentido: cuando en 1979, en medio de la euforia por el triunfo en el Campeonato Mundial Juvenil de Fútbol de Japón –el de Maradona y Ramón Díaz- vino la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a recibir denuncias sobre violaciones a los derechos humanos, y personajes nefastos como José Maria “el Gordo” Muñoz se desgañitaba por la radio con eso de que “los argentinos somos derechos y humanos” para desprestigiar las campañas internacionales sobre la cuestión, compañeros nuestros como Ángel Grushka y Julio Schverdfinger estuvieron parados bajo la fría llovizna de aquellos días para entregar un listado –penosa y trabajosamente elaborado- de mas 800 personas de origen judío que estaba detenidas y secuestradas, o sea, desaparecidas. Había que ser muy valiente para estar allí… y ellos estuvieron, venciéndose a sí mismos porque sabían que debían estar.

La mecánica terrorista de la dictadura de los Martines de Hoz, Videla & co. se enlaza perfectamente con la manera de actuar del nazismo: campos de concentración, secuestros, asesinatos, terror en masa, uso de los medios masivos de comunicación para amedrentar, violación de los derechos mas elementales, anulación de toda legislación protectora de las personas, confiscación de bienes en provecho propio … (y el listado es mas amplio), todo bajo la protección y auspicio del Estado, de sus instituciones: jueces, militares, policías, religiosos, periodistas, catedráticos, funcionarios, ministros, gobernantes. Leyes y cárceles puestas a su servicio.

A todo ello debe sumársele una (considerable) dosis de antisemitismo, existente con anterioridad en las fuerzas armadas y de seguridad, en algunos sectores de las clases privilegiadas y en la cúpula eclesiástica. Más de 2000 jóvenes de origen judío forman parte del largo listado de detenidos – desaparecidos, y muchos de ellos (en Zumerland hay una plaqueta que recuerda sus nombres), pasaron por nuestras Instituciones a lo largo de todo el país.

Es así como el calendario caprichosamente traza sus conexiones. Peisaj y el Levantamiento del Ghetto coinciden en la fecha y significado. La lucha contra el terrorismo de estado tiene como lema central NUNCA MÁS, la consigna de los rebeldes del Ghetto.  Entonces no hay espejitos de colores que nos quieran vender con eso del “orden”: eso es una repetición del fascismo. Durante el nazismo, durante la dictadura, había mucho orden… demasiado orden. Las paredes estaban blancas, pero las cárceles y los campos de concentración llenos; no había piquetes ni piqueteros, ni huelgas, pero el silencio imperaba. La democracia es polifónica, caótica, desordenada, un poco desprolija porque es vida y la vida es eso: un ir y venir constante en búsqueda de la felicidad -ancha y profunda-, para todos.

Nosotros, herederos de ambas tradiciones como judíos argentinos que somos, levantamos con fuerza esas banderas de libertad, justicia, dignidad, democracia, solidaridad; porque son componentes de nuestro patrimonio histórico – cultural y porque estamos convencidos que sin ellas no hay presente ni tampoco futuro. Y como dijo alguien alguna vez: el presente es lucha; el futuro es nuestro.

NO OLVIDAMOS

NO PERDONAMOS