por Daniel Silber

abramovichLa producción literaria moderna en idish se sostiene en una poderosa tríada: Méndele Moijer Sforim, Isaac León Peretz y Scholem Aleijem. De manera cronológica, se los conoce como el abuelo, el padre y el hijo de esa producción. Es porque cuando los dos últimos comenzaban su labor de escritores, Méndele ya era un consagrado y reconocido escritor entre el pueblo judío de Europa Oriental. Méndele, en realidad, se llamaba Sholem Yankev (Jacobo) Abramovich. Había nacido en un pueblito de Bielorrusia, en enero de 1836, y además de escritor, fue rabino, maestro, periodista y editor. En su vasta obra reflejó la vida mísera y desventurada que llevaban los judíos de la Zona de Residencia en tiempos de irrupción del capitalismo en Rusia y los inicios de la descomposición del sistema social, cultural y económico que significaban la opresión y decadencia zarista.

Al analizar y criticar la situación que imperaba, Méndele expresó: «He ahí que yo observo la vida de nuestro pueblo y trato luego de referirla en la lengua sagrada (el hebreo). Pero la mayoría del pueblo no entiende esta lengua y habla el idish ¿De qué le sirve entonces al escritor su esfuerzo y su buena voluntad si no trae ningún provecho a su pueblo? Esta pregunta –¿para quién trabajo?– me ha dejado intranquilo y perplejo… Nuestros escritores, los cultores del idioma, contemplaban al idish desde un plano superior, con el mayor desprecio. La idea de que escribiendo en idish tendría que rebajarme, me atormentaba constantemente; pero el deseo de ser útil venció la falsa vergüenza, y me dije: ‘Sea lo que fuere, asumiré la defensa del idish denigrado / seré útil a mi pueblo'».

De allí que su gran producción haya sido en idish, defendiendo y enalteciéndola: la lengua del pueblo. Fue, de ese modo, un conocedor profundísimo de ese idioma, lo empleaba corno instrumento artístico, con amor entrañable y no cesaba jamás de pulirlo y de perfeccionarlo con nuevos matices y giros originales. Estudiando el uso del lenguaje, Méndele mostró cómo, a partir de un dialecto hablado (el idish), creó un lenguaje literario que conservaba el rigor idiomático del lenguaje de la gente.

Purificándolo de localismos e idiosincrasias particulares, produjo un idish disponible para los hablantes del idioma en todas las regiones, desde Lituania a Besarabia, de Polonia a Rusia y Ucrania, un ejemplo que, más tarde, siguieron casi todos los grandes escritores de idish.

En sus inicios, al igual que muchos otros, consideró que la educación era la panacea, la solución singular a los problemas que enfrentaba el judaísmo contemporáneo: críticos para la formación de la mente y el corazón de la juventud judía, las herramientas educativas positivas marcarían el comienzo de una generación de individuos felices, económicamente independientes y con una base moral elevada en clara ruptura con el pasado.

Sus primeras obras, de carácter satírico, tuvieron una difusión extraordinaria, por la gracia chispeante, la crítica a las costumbres, el lenguaje fluido y pintoresco, la inmensa piedad por los humildes con un tono tierno y simuladamente indiferente. En lugar de desarrollar temas abstractos que nada tenían que ver con la realidad de la vida, su pluma era un filoso bisturí que se hundía en lo profundo de las miserias que golpeaban a la sociedad judía de entonces, poniendo al descubierto lo obsceno de las desdichas económicas, sociales, religiosas, políticas, culturales de los sectores populares.

Hacia el final de su vida, la gloria de Méndele parecía declinar. Sus obras, el ambiente y los tipos que describía, su estilo, resultaban extraños para la juventud judía que se había emancipado de los zares y luchaba por un mundo nuevo. El viejo universo judío que Méndele reflejó en sus escritos, había desaparecido en los últimos años, hasta extinguirse casi por entero después del cambio que sobrevino después de la Revolución de Octubre en Rusia. De ahí que muchos consideraran a Abramovich como un clásico olvidado, inapropiado para esos días.

Pero justamente el país donde se había producido un cambio tan fundamental fue el que se encargó de rehabilitar al viejo escritor judío. Fue en la Unión Soviética (URSS) donde la crítica literaria marxista, tras algunas vacilaciones, exhumó la obra de Méndele, buscó en ella el fondo social y le dedicó numerosos trabajos de análisis, comentarios y divulgación. Incluso, con motivo del centenario del nacimiento de Méndele, publicó en idish, una edición académica de las obras del «abuelo» de la literatura judía.

En todo momento, Méndele intentó reflejar la vida de las capas más humildes y postergadas de las juderías de Europa oriental; en sus obras se reivindicaba un sentido sencillo, cálido, solidario y crítico de aquellos judíos desplazados tanto del moribundo orden feudal como de la maquinaria capitalista que asomaba.

Quizás, una de sus obras más importantes haya sido “Viajes de Benjamin III (El Quijote judío)”, escrita en 1878: “El mantelillo milagroso de los cuentos de hadas al que se le dice: ‘Mantelillo, mantelillo, dame de comer, dame de esto, dame de aquello’, y el mantelillo da, ese milagroso y admirable mantelillo lo representa entre nosotros, los judíos, la bolsa del pobre. Muchos, muchísimos seres se alimentan toda su vida, con admirable facilidad, de esa bolsa, y aun la dejan en herencia a sus hijos y nietos. En el fondo, la bolsa es siempre la misma, pero varía de nombre y de forma, según la gente que la emplee. Entre el vulgo es simplemente una bolsa, una bolsa de lienzo; en cambio, entre la gente encumbrada adopta toda clase de formas: a veces es una caja social, un miembro del clero, una sociedad de beneficencia, un banquito de préstamos, una caja de socorros mutuos, un autor locuaz, etcétera. Todas éstas son en el fondo bolsas de mendicidad, bolsas auténticas, bolsas judías…”.

Fue, desde muy temprano, desde la época en que la literatura idish estaba aún en vías de formación, un maestro respetado, un innovador y un clásico. Al cumplirse el 100 aniversario de su fallecimiento, el 8 de diciembre, recordamos a este verdadero hacedor, a este constructor de una identidad judía democrática, popular y universal.

Nota: Daniel Silber es Vicepresidente 1º de la Federacion de Entidades Culturales Judías de la Argentina – Idisher Cultur Farband (ICUF Argentina); directivo de la Asociación Cultural Israelita Argentina «I.L.Peretz» (Santa Fe), profesor de Historia y Licenciado en Ciencias Políticas.