Este es un homenaje doble: es a Isaac León Peretz y es también al idish.

El 3 de abril de este año se cumplió un siglo de la muerte del escritor, periodista, dramaturgo, activista social y poeta judeo polaco Isaac León Peretz. Peretz fue uno de los pilares en lo que se refiere al idish, lengua que hablaban los judíos de Europa Oriental (Polonia, Rusia, Ucrania, Lituania, Moldavia, Bielorrusia).

La virtud de Peretz fue hacer que ese lenguaje popular alcanzara una estatura superior y se convirtiera en un potente vehículo de comunicación literario al alcance de los sectores mas humildes.

Según Peretz, el idish tuvo «…tres momentos liberadores de la historia judía crearon nuestro movimiento». El primero fue el despertar de «los pobres masas judías» que «comenzaron a liberarse» de «tanto del estudioso del Talmud judío y… del hombre rico.» Esto preparó el escenario para el segundo momento: «el surgimiento a mediados del s. XVIII del jasidismo, al que Peretz caracterizó como «Torah para todo el mundo», o sea un movimiento democratizador (al menos por un corto período de tiempo) que expresa su espiritualidad alegre en el idioma idish. En tercer lugar fue cuando «la mujer judía – la esposa judía… exigió algo para sí misma”.  Aparecieron libros de mujeres y nació una lengua materna.

Sin embargo a partir de estos tres momentos solos el idish no habría surgido. La fuerza final fue la llegada al escenario de «un proletariado judío», que creó un instrumento para la lucha por la vida; su cultura de clase obrera fue en idish.

Esto, en pocas palabras, fue la forma en que el idish se convirtió en la encarnación misma de la vida de los sectores populares judíos, y fue merecedor de cultivo por decenas de escritores, editores, lingüistas, intelectuales, militantes políticos. Junto a Méndele Moijer Sforim y a Scholem Aleijem, Peretz fue uno de los principales cultores del idish e impulsor de esta concepción plebeya, popular, democrática de la lengua que hablaban millones de judíos de origen humilde y trabajador: sastres, carpinteros, maestros,  músicos, colchoneros, gorreros, pequeños comerciantes, vendedores ambulantes, mercachifles, artesanos, estudiantes.

Con el surgimiento y desarrollo de los movimientos obreros y socialistas judíos, la escritura de Peretz entró en su etapa radicalizada. En los cuentos, artículos y cuentos cómicos, Peretz multiplicó sus críticas mediante la sátira a la hipocresía religiosa, incluyendo ataques a explotación económica, como así también representaciones de la vida proletaria.  Supo trasmitir la difícil situación de las mujeres judías frustradas en sus ambiciones personales, mostrando las convenciones sociales farsescas que requerían su sumisión.  Muchos organizadores sociales utilizaron historias como «Bontze shvaig» (1894) para enseñar sobre la conciencia de clase y la necesidad de la organización política. Peretz fue capaz de subordinar los ideales de la unidad nacional a los de la lucha de clases a favor de los humildes y postergados. Opositor al sionismo y a la creación de un centro espiritual en la tierra de Israel,  se preguntó con mucha sorna e ironía si era posible tener un centro artificial lejos de la vida de las personas concretas.

En el Congreso de Chernovitz, realizado en agosto de 1908 en la entonces Bukovina austríaca (hoy Ucrania), el idish fue proclamado como Idioma Nacional Judío. Peretz fue uno de sus principales impulsores y participaron en él una serie de intelectuales, escritores, periodistas, poetas, educadores, dramaturgos, profesionales de primera línea, tales como Nathan Birnbaum, Jaim Zhitlovsky, Scholem Ash, Ester Frumkin, H. D. Nomberg, Avram Reisn entre otros. Tal era la importancia de idish en Europa centro – oriental, que en un Censo realizado en 1910 por las autoridades austríacas, el 75% de los censados manifestó que esa era su lengua hablada (a pesar de las prohibiciones existentes en la materia).

        En ese Congreso, Peretz manifestó que  “… ¡La cultura incluye la tradición! Y nosotros no queremos presentar nuestra cultura a los pueblos del mundo a través de las traducciones mecánicas que debilitan la palabra viva…”. Impulsó la idea de los países multinacionales, defendiendo al pueblo sobre el estado y las culturas nacionales distintivas por sobre las fronteras políticas, elogiando la creatividad del pueblo judío cuyo idioma era el idish y no el hebreo.

        Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, Peretz se dedicó a las tareas de solidaridad y socorro.  Ayudó a establecer un orfanato judío y escribió poemas para niños, uno de los cuales estaba inacabado cuando murió de un ataque al corazón en los días intermedios de Peisaj (la Pascua judía)

     Adaptó motivos folclóricos tradicionales a la forma de cuentos modernos de un modo popular, los que se convirtieron en sus obras más conocidas y bases del movimiento de la escuela judía moderna. Estos cuentos exploran los valores fundamentales de la vida judía, las distinciones entre la verdadera y la falsa piedad, la sabiduría y los sofismas vacíos, la autopromoción y el autosacrificio.

        Peretz murió en la ciudad de Varsovia en 1915. Fue enterrado en el Cementerio Judío de la calle Okopowa; una enorme multitud –se calculó que eran mas de 100 000 personas-,  acompañaron el cortejo fúnebre que desfiló por las calles mas humildes de la capital polaca, debido a la prohibición de hacerlo por lugares céntricos.

         Quizá más que cualquier otro intelectual judío por su mirada profunda y concepción integral, Peretz expresa y representa la esperanza de que los líderes culturales judíos podrían tomar el relevo de los rabinos la función de autoridad de inspiración en una era secular.

A comienzos del s.XX, miles de inmigrantes judíos llegaron a nuestra Patria. A pesar de que apenas balbuceaban el castellano y eran semi-analfabetos, dieron vida a decenas de Instituciones de carácter social, cultural, educativo; crearon teatros, editoriales y periódicos.

De esa manera, en 1912 nació lo que hoy es la Asociación Cultural Israelita Argentina “I.L.Peretz”. Esta nueva entidad nacía como biblioteca, y como tal, el nombre que se le adjudicaba rendía homenaje a quien por entonces era el mayor exponente de la literatura judía en idish: Isaac León Peretz, ese escritor polaco que había llevado las letras populares en idish –a través de cuentos, novelas, artículos periodísticos, relatos, poemas, obras teatrales- a un lugar en el que nunca antes había estado.

Por eso su nombre. Los judíos y los libros van siempre asociados.

Con motivo entonces de conmemorarse el 100º aniversario de la desaparición de este escritor, es que nuestra Institución desea rendirle un cálido y merecido homenaje a Peretz y al idish.

Fue en idish que ellos oyeron hablar por primera vez de un leja­no país llamado Argentina, y fue en idish que fantasearon y soñaron con esta tierra de libertad. Y fue en idish que rieron y lloraron en el barco durante la larga travesía que los trajo hasta estas playas. El idish reflejaba el folklore y la vida religiosa de los sectores populares de judíos del centro – orientales europeos, y posteriormente fue adaptado para servir los requerimientos de la sofisticada vida urbana y de la literatura moderna.

Cuando en 1936 tuvo lugar en Buenos Aires el Congreso In­ternacional de los PEN clubs, lado a lado con las delegaciones de Argentina, México, Francia, España, Bélgica o Japón, participaba un representante del “país idish”, el poeta H. Leivik. Hoy, a casi ochenta años de aquel congreso, el idish sigue siendo un país cultural sin territorio, un país que comenzó a despoblarse dramáticamente a partir de las masacres nazis –el genocidio del pueblo judío- que de la Segunda Guerra Mundial que aniquilaron la principal judería idish-parlante, la de Europa Oriental. Así el idish perdió su principal sustento material (las personas) a lo que se sumó el hecho de que el Estado de Israel adoptara el hebreo como lengua oficial.

Hoy el idish ha quedado recluido a algunos círculos universitarios y a sectores religiosos ultra – ortodoxos; ya no es la lengua que hablan los trabajadores, las mujeres, el pueblo. Los manifiestos de los combatientes del Ghetto de Varsovia están escritos en idish; los testimonios que garrapatearon los primeros colonos en nuestras tierras están escritos en idish; las actas fundacionales de algunos sindicatos están escritas en idish; las cartas que se enviaban a Europa alentando a venir a Argentina están escritas en idish; nuestras primeras canciones eran en idish.

Por eso, este pretende ser un doble homenaje. Por un lado ese fantástico y maravilloso creador que fue Peretz; y por otro a la lengua de nuestros abuelos, el idish, esa lengua tan dulce y querible que nos conduce a un lugar de amable melancolía