1919 – LA SEMANA TRÁGICA – 2019
En 1916, con el primer gobierno radical de Hipólito Yrigoyen, la democracia en Argentina daba sus primeros pasos. En Buenos Aires, una multitud de obreros inmigrantes, o sus hijos, clamaba por condiciones laborales dignas. Esto sucedía en distintos idiomas, pero con el mismo ímpetu y espíritu de lucha. Pronto, las noticias de la Revolución bolchevique y el fin de la Primera Guerra Mundial generaron una creciente sensación de amenaza en los sectores más reaccionarios: había llegado “la hora de los trabajadores”.
En 1919, el clima de descontento se extendía a un amplio conjunto de obreros; agrarios, portuarios, frigoríficos y ferroviarios, entre otros. Mientras en 1918 se habían registrado 138 mil, enero de 1919 había iniciado con más de 300 mil trabajadores en huelga. La firma metalúrgica Pedro Vasena e Hijos, en el barrio de Parque de los Patricios, empleaba 2.500 trabajadores.
Frente a las condiciones miserables que ofrecía la patronal, el 2 de diciembre de 1918, los operarios de esa fábrica se declararon en huelga reclamando un aumento de su salario, jornada de ocho horas y abolición del trabajo a destajo. El conflicto se agudizó y con el correr de los días se transformó en una sangrienta represión que dejó decenas de muertos y heridos y derivó en un brote antisemita de características inéditas hasta entonces en nuestro país.
El temor al “ruso revolucionario”, al rojo maximalista, y a un Petrogrado argentino, se expresó en una verdadera cacería de judíos en el barrio de Once. Se trató de un lamentable Pogrom en Buenos Aires, retratado por los diarios de la época y en las crónicas de protagonistas como Pinie Wald, en Koshmar (Pesadilla). Temerosos ante la llegada inminente de los Soviets obreros, los represores lo creyeron “líder” y principal organizador de la “conspiración judeo-bolchevique”. La gran masacre ocurrió entre el 9 y el 14 de enero de 1919 y los hechos pasaron a la historia como La Semana Trágica.
La Semana Trágica constituyó un hito porque en la represión a los trabajadores participaron grupos civiles. Además de la violencia estatal a cargo del Jefe de Policía Luis J. Dellepiane –qué en este país desmemoriado, seguimos “honrando” con la gran autopista porteña–; se sumó la violencia paraestatal, representada por el accionar de los nacionalistas xenófobos: Liga Patriótica Argentina.
El saldo fue la muerte de centenares de personas humildes, la cárcel y deportación de decenas de obreros, el asalto a locales sindicales, la destrucción de bibliotecas, imprentas y periódicos, el ataque a comercios y viviendas particulares y el excluyente ensañamiento y crueldad que se tuvo para con la colectividad judía. Algunas fuentes estiman 700 muertes y más de 4.000 heridos aproximadamente.
La Semana Trágica, junto con los fusilamientos de la Patagonia y la represión a los obreros forestales en el Chaco Santafesino (ocurridos entre 1919 y 1921) constituyen una severa tríada de crueldad y clasismo en las cuales el Estado utilizó toda su potencia contra los sectores populares, sirviendo de gendarme de los dueños del poder, de las corporaciones, del privilegio.
Al recordar los 100 años de esos dolorosos hechos, lo hacemos con el firme propósito de que aquellos días aciagos no queden relegados en un rincón de la historia, que no sean olvidados, sino por el contrario, sean resignificados al calor de acontecimientos actuales.
En efecto, con gran preocupación estamos viendo el accionar de los sectores fundamentalistas de derecha que se expanden en América Latina; excluyendo, marginando, rechazando y hostigando a los pobres, a los migrantes, a quienes eligen su género, a “los otros”. Con recursos mediáticos y económicos poderosos, logran instalar sus consignas, y van ganado terreno en la conciencia social, generando situaciones de creciente estigma y discriminación.
La colectividad judía no puede pasar por alto o silenciar el drama de enero de 1919. Y no sólo porque haya sido la singular víctima del terrorismo de Estado y el ensañamiento de la oligarquía conservadora tradicionalista, sino en virtud de sus ancestrales concepciones humanísticas y democráticas.
Aspiramos a convivir en sociedades justas, libres, equitativas, en las que el Estado de derecho sea la norma y no la excepción. La República es mucho más que elecciones periódicas, renovación de autoridades, voto popular, división de poderes. Es también dignidad y justicia para cualquiera, independientemente de su condición; es solidaridad y sensibilidad social ante los que nada tienen y ante el que sufre; es ampliación de derechos, es inclusión auténtica.
Nerina Visacovsky
Daniel Silber
Centro Documental y Biblioteca Pinie Katz Cedob Pinie Katz
Federación de Entidades Culturales Judías de Argentina – Idisher Cultur Farband (ICUF Argentina)
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