Llegó el mes de octubre del 2020 y seguimos inmersos en esta pandemia que nos tiene muy preocupados, por momentos optimistas, por otros, no tanto. Desde el CeDoB Pinie Katz nos acercamos para brindarles con alegría nuestro segundo Boletín, con la convicción de que nuestra tarea es cada vez más valiosa y necesaria.
En estos tiempos tan extraños, cuando visiones apocalípticas sobre la humanidad comienzan a circular en los medios de comunicación, en las conversaciones, en las series, o perdemos a una figura tan querida como el maestro Quino, aparece en nuestra intimidad la presencia de una vieja amiga: la nostalgia. Y si esto ya acontecía naturalmente a la gente de mediana edad, o mayor, el nuevo escenario de incertidumbre está afectando a los jóvenes, que también sufren la nostalgia de un tiempo cercano; es decir, de la vida anterior a la pandemia y el confinamiento. Pero la nostalgia no es necesariamente tristeza, porque podemos transformarla en inspiración y fuerza creativa.
Seguramente, en estos días de ordenar placares, cajas y bibliotecas, muchos de nosotros habremos
encontrado recuerdos de una vida que extrañábamos (aun antes de la pandemia). En esa vida, había un lugar maravilloso dentro de un barrio textil del conurbano. Asistíamos a él todos los días, era nuestra segunda casa, nuestro refugio de educación, deporte y cultura. Hoy parece un sueño, pero ese lugar, que se llama I.L.Peretz de Villa Lynch, este año cumpliría su 80° aniversario.
Fue en el año 1940, cuando inmigrantes polacos, obreros idishistas de oficio textil que llegaban desde Valentín Alsina, se unieron con otros que frecuentaban la casa de Pola Kuszer en Villa Devoto. Juntos adquirieron una propiedad en la Av. Gral. Paz 22, donde comenzó a funcionar el I.L.Peretz con una clase de 14 chicos a cargo del lerer Stempel, quien les enseñaba ídish. La promesa de fecundidad de Villa Lynch motivó a esas familias a reunir contribuyentes y comprar un predio más grande donde trasladar la escuela y construir un centro cultural y deportivo para la colectividad y para el barrio. Entonces, en la calle Rodríguez Peña 261 comenzó la gran historia de esta institución emblemática: escuela, teatro, coros, deportes, talleres, cooperativas, publicaciones…imposible describir tanto en unas pocas líneas.
Después de 80 años, todavía podemos imaginar qué sentirían esos inmigrantes en aquellos tiempos trágicos, lejos de su tierra natal y lejos de familiares y amigos que nunca más volverían a ver. ¿Cómo sacaron fuerzas para salir adelante?, ¿cómo tuvieron ánimo para construir esos verdaderos hogares que fueron el Peretz, el Méndele, el Zhitlovsky y tantas otras entidades icufistas?, ¿cómo manejaron esa tremenda angustia y agobiante nostalgia? Sólo cabe una respuesta: pensando que era un deber colectivo trabajar para un futuro mejor, un futuro de paz e igualdad entre los pueblos para que esa historia no se repitiera jamás. La tarea también estaba clara: había que educar a las jóvenes generaciones para construir ese nuevo mundo.
El gran historiador francés Marc Bloch, unido a la resistencia francesa durante la segunda guerra y fusilado por la Gestapo en 1944, dejó escrito en su testamento, en marzo de 1941: “en un mundo que es presa de la barbarie más atroz, la generosa tradición del pueblo judío, ¿no sigue siendo acaso una de nuestras mejores razones para vivir, creer y luchar? ”
“Vivir, creer y luchar”, ¿cómo compatibilizar esta premisa con un presente tan distópico, ¿cómo vivir y luchar donde faltan los horizontes y nos cuesta encontrar “en qué creer”?
Sin embargo, frente a tanta incertidumbre, también tenemos algunas certezas: seguimos creyendo en el poder transformador de la juventud y en el valor de la tarea educativa. El querido y añorado Flaco Spinetta (¿y quién no atraviesa un viaje nostálgico cuando escucha Artaud de Pescado Rabioso?), siempre nos animaba al decir que: “no todo tiempo por pasado fue mejor, ¡mañana es mejor!” La poesía del Flaco nos inspira y alienta en este desafío: bucear en el pasado, transitar la nostalgia que provocan los recuerdos, pero no quedarnos sumergidos en ellos, sino tomarlos como fuerza conductora para salir a flote, para seguir adelante y construir. En el CeDoB Pinie Katz nos identificamos con estas ideas y por eso nos proponemos ser un “archivo vivo”, por eso creemos y luchamos a favor del encuentro intergeneracional, por eso trabajamos con los históricos activistas y con los jóvenes líderes, con la escuela, los kinder-clubs y colonias, porque estamos convencidos de que “mañana es mejor”, tiene que serlo.
¡Gracias por leernos, acompañarnos y difundirnos!
Nerina Visacovsky
adelante con los comentarios, siempre tan utiles y formadores.
Hermosa reflexión
Gracias por tus palabras
Qué bueno!!! A seguir con el archivo vivo, para nunca dejars de creer y luchar!