Susana Zacutinsky

Susana Zacutinsky

Cerrando la edición de este boletín dedicado a las mujeres, nos llegó una noticia que aún no podemos asimilar: se nos fue esta querida compañera del “I. L. Peretz” de Lanús el sábado 20 de febrero. Muchos la conocimos, disfrutamos de su amistad, la quisimos tanto.

Susy nació el 27 de julio de 1966 en Buenos Aires. Sus padres, Israel y Raquel Malaj, fueron activistas nodales de esta querida Institución. De niña fue al kinder club, luego maestra, directora, vicepresidenta de la comisión directiva y representante del movimiento feminista del ICUF.

Estudió psicopedagogía y era docente en escuelas secundarias de su entrañable Lanús. Sus hijos, Mayra e Iván, y su compañero Eduardo militaban junto a ella en todas sus causas. Los acompañamos con todo el corazón en esta inmensa tristeza, como también al colectivo lanusense e icufista que hoy la llora. Aquí compartimos una pequeña selección de las decenas de mensajes que le han dedicado:

Compañeras y compañeros del “I. L. Peretz” de Lanús, en la voz de Cherco:

Se fue la risa más contagiosa de toda la calle O’Higgins. La mano peretziana que más veces alzó su copa convidando un brindis. Se fue la militante todo terreno. La hija de un sueño colectivo con horizonte rojo, tonada ídish y punto de partida en esa zona lindera a Rivera a la que llaman Colonia Lapin y Tres Lagunas. Se fue muy temprano, demasiado temprano. Se fue dejando huella. Y se fue un sábado a la tarde, en ese preciso instante en que todo nos sabe a Kinder. Sin embargo, algo nos dice que no se fue. Que pasarán y pasarán los años y, por Lanús, se seguirá hablando de la mujer que se reencarnó en un club para seguir viviendo en sus entrañas por toda la eternidad. Chau Susy. Hasta tu sonrisa siempre. Nos vemos en la próxima rondación.

Claudia Szelubsky, su prima y una peretziana de Villa Lynch:

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Mi prima Susi. La familiera. La mujercita de la risa fácil. La aguerrida. Más allá se quedan esas largas semanas de verano en su casa de Lanús, cuando ella organizaba nuestros juegos y actividades. Por acá muy cerquita, nuestros encuentros en la lucha. Porque Susi no se quedaba quieta nunca. Era una Militante de la vida, con mayúscula. Eso lo heredó de su mamá, mi tía Raquel. Heredó el espíritu combativo. No poder quedarse tranquila si hay dolor en algún sitio. No conformarse con este mundo, soñar con un mundo mejor y salir a buscarlo. Marchas docentes, encuentro de mujeres, espacios sociales. Y el club. El club: amor y pasión, el Peretz de Lanús. Ese club que fue hogar también. El club que habitó Raquel y Susana y ahora Mayra. La vida es muy injusta cuando alguien se va antes de tiempo. Cuando nos duele la ausencia pero también nos duele no entender, ¿por qué ahora, por qué así? La gente linda debería quedarse hasta el final, ¿no creen? Me arde el alma.

Sol Markarian:

enmEra la primera vez que yo entraba a la Plaza de Mayo como Peretz de Lanús, ¡y siempre estabas vos! Siempre estabas, entonando una “achicoria” en un micro que llevaba niñes de 3 años de campamento, o diciendo que: “vamos como Peretz de Lanús al Encuentro Nacional de Mujeres en Trelew, ¡o nada!”. Desde que eras mi maestra de kinder con Iván en la panza, hasta el día de hoy que me toca abrazar a tus hijos como nunca antes… Desde que me obligabas a planificar una actividad con el cuento del patito feo… hasta las cumbias y las copitas de vino… siempre estabas. Años, añares de vida compartida, de juegos, de actividad, de militancia. De marchas, lecturas, canciones, eventos ¡pucha que llenamos el club en un encuentro feminista! La última vez que te vi fue en el Congreso, en diciembre: ¡Y fue Ley!, después de tanta lucha y ahí estábamos. Buen viaje, Su. Y gracias por ser la ídishe mame de todes. 

Maira Visacovsky:

Nada más habitual que entrar al club y, por la ventana de la cocina, verla sentada. Con su copita de vino mediando, se acomodaba los lentes y empezaba a escribir las ideas que nos iban surgiendo. Escribía y escribía cosas que solo ella entendía. No me hace falta cerrar los ojos: puedo verla, escucharla, hasta tocarla y sentir esas manos heladas que lo hacían todo: «Vos no te preocupes negra, va a salir todo bien», me decía cada vez que se venía un quilombazo. Y, al final, todo salía bien.

Hemos aprendido una de la otra, como quien se nutre de un libro magistral: compañeras de militancia, devenidas en familia, en colegas, en amigas fraternales. «Cualquier cosita, hablá con Susi», dije una y mil veces… porque ella era mi respaldo, mi compañera, mi sostén militante. La que me enseñó a hacer del discurso una acción; de la idea, un proyecto; de la lucha, una forma de vida. Fue ella quien me explicó cómo calmar las pasiones, la que me mostró una y otra vez que podía(mos) equivocarme(nos), pedir disculpas, y arrancar de nuevo… sin miedos ni rencores, siempre construyendo y tirando para adelante.

Susana fue (hablar en pasado, qué cosa tan increíble) una persona íntegra, inteligente, positiva, predispuesta, pujante y compañera. La cantidad de anécdotas que se me cruzan por la mente es infinita. De actividades dentro y fuera del club, viajes, encuentros, cenas, reuniones de Comisión Directiva, horas y horas de discusión, de planificación, de cumbias infaltables y miles de «puchitos» para relajar un «poquito». Pienso en ella y me río sola. De sus dichos, de sus chistes, de sus locuras, de su forma tan hermosa de ser. Pienso en no volver a verla y se me cierra el pecho de tristeza. Me resulta impensable su ausencia física. Porque ella fue una de las personas que siempre estaban, de las imprescindibles, de las necesarias para pensar y para hacer. Con acuerdo o desacuerdo, pero siempre ahí, metiéndole pila a este plan de construir un mundo mejor.

Quienes hemos tenido el placer de conocerla y compartir camino hoy lloramos una pérdida irreparable. Su legado es grande y robusto. Su militancia será siempre una guía y un ejemplo. Porque cuando nos deja alguien que amó la vida como ella, no nos queda otra que aferrarnos a ese amor… y amar la vida con más fuerza.

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Hay gente que con solo decir una palabra
enciende la ilusión y los rosales,
que con sólo sonreír entre los ojos
nos invita a viajar por otras zonas,
nos hace recorrer toda la magia.
 
Hay gente, que con solo dar la mano
rompe la soledad, pone la mesa,
sirve el puchero, coloca las guirnaldas.
Que con solo empuñar una guitarra
hace una sinfonía de entrecasa.
 
Hay gente que con solo abrir la boca
llega hasta todos los límites del alma,
alimenta una flor, inventa sueños,
hace cantar el vino en las tinajas
y se queda después, como si nada.
 
Y uno se va de novio con la vida
desterrando una muerte solitaria,
pues sabe, que a la vuelta de la esquina,
hay gente que es así, tan necesaria…

 

 

ESA ERA SUSY, COMPAÑERA PRESENTE, AHORA Y SIEMPRE…