El genocidio del pueblo judío en Europa durante la Segunda Guerra Mundial provocado por el nazismo alemán fue el exterminio planificado y realizado sistemáticamente por una maquinaria perfectamente organizada para tal fin; esas masacres no nos remiten a ningún sacrificio sino a la más terrible devastación, a la catástrofe, al arrasamiento, al aniquilamiento absoluto y premeditado. Cuando decimos genocidio tomamos una postura, que es la de asumir ese trágico acontecimiento, esa destrucción y eliminación infinita no como algo finalizado, sino como algo que sobrevive, opaco pero latente, en la conciencia humana y al cual no alcanza con repudiar, sino sobre el que hay que trabajar para que nunca mas se repita en ningún lugar, bajo ninguna circunstancia y para con nadie. Como fenómeno social, político, económico, cultural, sicológico, jurídico fue algo único e irrepetible, diferente y similar a la vez con lo sucedido con los gitanos, los armenios, los pueblos originarios de América o las comunidades centroafricanas.
Si para el nazismo, la escuela era el lugar de aprendizaje de una “selección racial” entendida en el sentido más amplio, la discriminación de “los judíos de espíritu” exigía una movilización a cada instante, antes y después de las clases.
En su contrapartida exacta, encontramos al Dr. Janusz Korczack, el maestro-médico del Ghetto de Varsovia, director de un asilo de niños huérfanos, que –en una fecha como ésta, principios de agosto-, marchó en 1942 al campo de exterminio junto a sus protegidos para no abandonarlos en la soledad de la muerte.
Janusz Korczack es un ejemplo claro de militancia humanista; no solo por ese acto insuperable y sublime (el que ya de por sí lo coloca en un lugar preponderante), sino porque toda su vida estuvo atravesada por una ética sin par y dedicada a construir el bien desde el pie, con aquellos que eran los mas vulnerables y desprotegidos: los chicos huérfanos, los que hoy serían los “chicos de la calle”.
Hacia ellos dirigió su amor, sus esfuerzos, su voluntad, su saber, su dedicación, su vida. Ser críticos, solidarios, abnegados, perseverantes, intransigentes ante la injusticia fueron algunos de los valores que inculcó en cada una de las actividades, promoviendo un tipo de ser social fraterno, rebelde frente a la sinrazón y constante.
En el DIA DEL MAESTRO, el ICUF (Idisher Cultur Farband / Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina) recuerda a Janusz Korczack como promotor de la esperanza y de una vida vivida plenamente, con dignidad y libertad.
Sr. Marcelo Horestein | Secretario
Prof. Daniel Silber | Presidente
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