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DIA MUNDIAL DEL REFUGIADO + ROSENBERG

 

 

 DÍA MUNDIAL DEL REFUGIADO

LOS ROSENBERG

 

La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) estableció el 20 de junio como el Día Mundial de los Refugiados. En momentos en que quienes huyen de la miseria, la guerra, las persecuciones, el maltrato no son recibidos de buenas maneras, sino expulsados y reenviados a sus países originarios, es imprescindible recuperar el sentido del humanismo para quienes sufren y necesitan ser admitidos con benevolencia.

Migrante no es una categoría jurídica; este concepto designa simplemente a las personas que por propia decisión, por necesidad o por obligación, abandonan su país para ir a instalarse a otro país. Por el contrario, refugiado es un estatuto encuadrado por la Convención de Ginebra de 1951. Según el texto que se produjo en dicha conferencia, toda persona que justifique que ha sufrido —o que teme sufrir— persecuciones en su país puede gozar de una protección del Estado en el que hace la demanda. Así, la categoría refugiado tiene cierto halo de heroicidad, mientras que, la de migrante, de oportunidad.

Cuando se cierran las fronteras, se ponen vallas de todo tipo, se construyen alambrados y muros, se militarizan regiones, se crean campamentos inhumanos estamos frente a verdaderas catástrofes. En estos casos, los tratos que reciben aquellos hombres y mujeres que se ven obligados a partir de su terruño porque está en juego su subsistencia nada tienen que ver con el respeto a las personas.

La UE (Unión Europea) subcontrata a países no europeos para que efectúen el control de sus fronteras; esta es una práctica que viene desde hace tiempo: fue oficializada en 2004. El discurso oficial la llama la dimensión externa de la política de inmigración y de asilo.

Lamentablemente, los muros materiales se multiplican:

Israel – Palestina, EEUU – México, Irlanda del Norte, Corea del Sur – Corea del Norte; Ceuta y Melilla – Marruecos; Brasil (Río de Janeiro), Kuwait – Irak, Arabia Saudita – Irak, India – Bangla Desh, India – Pakistán, Uzbekistán – Kirguistán, Afganistán – Tayikistán, Egipto – Gaza, Botswana – Zimbabwe, Marruecos — Republica Sahaurí, Chipre. Pero también se reproducen —y a mayor velocidad— los muros virtuales con leyes, policías, reglamentos, juzgados, que son tan impenetrables y tan duros como los anteriores.

Estamos frente a un escenario mundial en el que algunas sociedades ahítas y autosatisfechas (EEUU, Canadá, Europa Occidental) no comprenden que el mundo está cambiando radicalmente y que esas transformaciones conllevan grandes desplazamientos humanos. Es evidente que la postura tomada por estas potencias está basada en la creencia de que es una verdadera necedad atrincherarse detrás de una fortaleza para proteger privilegios ante la invasión de los nuevos bárbaros. De alguna manera, se pretende naturalizar un proyecto de apartheid mundial, donde unos pocos —los ciudadanos de los países ricos— tendrían el derecho a circular libremente, mientras que los demás estarían encerrados allí donde el azar les ha hecho nacer o donde los ha llevado a vivir.

Los judíos hemos sido víctimas de persecuciones a lo largo de siglos, las que generaron migraciones masivas: desde Europa Oriental o desde los países del Mediterráneo hacia

Cuando lo nazis llegaron al poder en Alemania, aplicaron una política racial discriminatoria sin tregua hacia los judíos, estrategia que tuvo como respaldo un creciente antisemitismo en toda Europa y que casi fue naturalizada por amplias capas de la población. Esa situación generó una de las últimas oleadas de refugiados judíos.

América fue la última oleada masiva, entre fines del siglo xix y comienzos del xx. No por mera casualidad, 

dia del reugiado

muchos de aquellos emigrantes eran músicos, carpinteros, colchoneros, maestros, peleteros, sastres, pequeños mercaderes: cuando eran obligados a partir podían llevar consigo sus instrumentos de trabajo para sobrevivir. 

 

EVIAN

El ascenso del nazismo al poder y su sistemática persecución a los judíos generó una situación incómoda, sobre todo para los países occidentales.

Para dar una respuesta a la mal llamada cuestión judía —que generaba una inmigración ilegal—, se convocó a una Conferencia en Evián (Francia), en 1938, a la que asistieron treinta y dos representaciones: numerosos países europeos (Alemania, Gran Bretaña, Francia, Suiza, Bélgica, Suecia, Holanda, Noruega, Irlanda, Polonia, Hungría, Rumania), casi todos los países americanos (incluyendo EE.UU., Canadá, Argentina, Brasil), Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica. No se presentó la URSS.

Los resultados fueron más que magros, ya que sólo se alivió levemente la burocracia nazi para emigrar: se establecieron “cuotas de inmigración”, con lo que se discriminaba a los grupos considerados racialmente o étnicamente no deseables. Esto significaba que cada país recibiría una determinada cantidad de inmigrantes de origen judío —cualquier semejanza con las actuales acciones de la Unión Europea respecto a los nuevos inmigrantes NO es casualidad—. Fue una época sumamente difícil para encontrar oportunidades para los refugiados judíos. De hecho, la gran mayoría de los países asistentes a la Conferencia rechazó facilitar la llegada de los inmigrantes judíos, dando excusas para no admitir más refugiados. Así fueron inútiles las presiones para que Alemania permitiera la salida de éstos.

El gobierno nazi se dio el lujo de ironizar los resultados de la Conferencia: de aquellos países que criticaban al nazismo por su trato vejatorio y racista hacia los judíos, ninguno aceptaba recibir judíos como inmigrantes.

He aquí dos ejemplos de esa emigración forzosa.

 

SOSÚA

Durante la coyuntura detallada en el apartado anterior, el gobierno de la República Dominicana se ofreció a reasentar hasta cien mil judíos. Sin embargo, sólo pudieron arribar a la isla poco más de seiscientas personas.

Los emigrantes se instalaron en Sosúa, una zona de plantación de bananas abandonada en la costa norte de la isla, la que se convirtió en el refugio de esos cientos de judíos austríacos y alemanes. Los colonizadores recibieron recursos para cultivar las tierras y construyeron una próspera ciudad, fundada hacia 1940.  Los nuevos inmigrantes debieron practicar la agricultura y enfrentar el clima tropical, el que provocó numerosas enfermedades. Sin embargo, muchos se quedaron, algunos se dispersaron por el país y  otros regresaron, al final de la guerra, a sus lugares de origen.

 

BELA

Isabella Guralnik nació en la ciudad de Kassel —centro de Alemania— en 1923, hija de Lion Gerson Guralnik (ucraniano) y de Cyrla Feffer (polaca). Concurría a una escuela cuya costumbre, para el primer día de clase, era regalarle a cada alumna ingresante un cucurucho con golosinas. Era una alumna aplicada, motivo por el cual siempre se destacaba.  Desde su infancia conoció y sufrió los embates del nazismo.

Cuando comenzó el régimen nazi ella y sus hermanas fueron discriminadas por ser judías. Una tarde, volviendo de su jornada escolar con sus hermanas y sus primos, fue agredida por soldados a caballo. En esa ocasión murió uno de sus primos, pisoteado por aquellos. A los diez años de edad, Isabella y su familia emigran a París, escapando del régimen hitleriano, cada vez más crudo. Cerraron la puerta dejando en su casa todas sus pertenencias.

Viveron en París, pero  cuando se avecinó la invasión nazi a Francia, los emplazaron para ser repatriados o ir a otro país; el padre se relacionó rápidamente con la comunidad y consiguió la documentación que les permitió abordar el barco que los llevó a Río de Janeiro, donde el Gobierno de Brasil les denegó la entrada por ser judíos. Fue así como encontraron acogida en Paraguay, país al que arribaron posteriormente —luego de hacer escala por tres meses en la ciudad de Montevideo (Uruguay)—. En Asunción, vivieron un tiempo no prolongado y, luego, emigraron clandestinamente a la República Argentina. Por unos meses, residieron en el Hotel de Inmigrantes; posteriormente, se trasladaron a Rivera (Provincia de Buenos Aires), donde el gobierno les otorgó parcelas de tierra para trabajar. Esos primeros tiempos fueron durísimos, pues vivían aterrorizados con el nazismo.

Finalmente, hacia fines de la década del 40 se trasladaron a Santo Tomé (Santa Fe), donde residieron hasta su fallecimiento (2007). Integró el coro Freilej de la Asociación Cultural Israelita Argentina I.L.Péretz, y fue su tesorera.

 

El ICUF (Idisher Cultur Farband / Federacion de Entidades Culturales Judías de la Argentina) se solidariza con todos aquellos refugiados (políticos, económicos, sociales, religiosos), convoca a los gobernantes a adoptar políticas amplias y flexibles de inclusión y amabilidad, y a las sociedades a crear climas de respeto y convivencia.