19 de abril de 2017 – Espacio IFT
[N. de C.: Texto editado para ser reproducido en discurso oral]
Hace 42 años que participo en el homenaje a los héroes del Levantamiento del Guetto de Varsovia que organiza el ICUF. Acudí al primero, allá por el año 1975, cuando Meier Kot nos convocaba con la frase: “Es una cita de honor”.
Yo no podía, entonces, dimensionar esa frase. Los años… le fueron agregando valor. Sin embargo, mis sensaciones en estos actos fueron siempre parecidas: mezcla de bronca… odio… compromiso… admiración.
Así es que, al finalizar cada acto anual, siempre me resultó incontenible la tendencia a imaginar qué hubiera hecho yo en la misma situación; la respuesta ha sido idéntica en cada ocasión: sin lugar a dudas, hubiera formado parte de la resistencia.
Propongo un ejercicio que ayude a dimensionar cómo se encontraba la población judía de Varsovia y sus alrededores entre 1941 y 1943 en el Guetto: Consideremos que, en lo que hoy son unas 100 manzanas urbanas, estaban hacinados 500 000 judíos. En esas condiciones, ¿resiste algún tipo de servicio, sea de luz, agua potable, cloacas, recolección de residuos, calefacción…? Imposible. ¿Y los de salud, educación, atención a los ancianos o a los niños? Impracticables. Sería un verdadero absurdo pensar —o creer, lo que sería peor— lo contrario. Resulta asfixiante ponderar cuántas personas vivían por habitación, cómo comían, qué comían, cómo se higienizaban…
Para una comprensión cabal de cómo se habitaba en el Guetto, a esa condición de ¿vida? hay que agregarle otros elementos que eran parte de la realidad cotidiana, tales como los trabajos forzados en situación de esclavitud, las enfermedades —y la falta de condiciones para tratarlas—, las razias, las deportaciones masivas, los asesinatos callejeros, las raciones alimenticias de hambre.
Como si eso no fuera suficiente desprecio por la vida, todo lo mencionado transcurría en una circunstancia de encierro infinito —murallas, alambrados, puestos de guardia, patrullas—, y en la de una incertidumbre absoluta acerca de lo que el futuro les deparaba a los habitantes del Guetto, tanto individualmente como en comunidad. Desde el vejamen más nimio, como ser la portación forzosa de insignias, los apaleamientos callejeros, los cortes de barba o cabello —lo que resulta insultante a la comunidad judía practicante—, hasta el asesinato por odio racial… Todo era posible, dentro de las paredes del Guetto.
La Resistencia, una bella y elevada creación del Humanismo militante
Sin embargo, en medio de ese horror, de esa miseria y de ese dolor; en medio de la podredumbre que hace que surjan todas y las peores miserias, hubo luces brillantes que iluminan hasta el día de hoy: el hogar de niños huérfanos del Dr. Janusz Korczak, el archivo clandestino de Emmanuel Ringuelblum, las escuelas —prohibidas por los nazis—, las orquestas encubiertas, las organizaciones de solidaridad, las ediciones de periódicos y de escritos. Aun allí, aun así… era posible el Humanismo, era factible la producción de arte, de conocimiento, de saber.
Fueron esas acciones y producciones las que conformaron la Resistencia, esa que lanzó a la Humanidad un mandato que, como eco interminable, insustituible, resuena en muchos oídos; ese eco que resuena, y que es especialmente conocido por los argentinos: NUNCA MÁS – POR NUESTRA Y VUESTRA LIBERTAD.
Dentro del Guetto, se conformó la Organización Judía de Combate la que estaba integrada, en su mayoría, por jóvenes de no más de 20 años, quienes provenían de casi todas las corrientes políticas actuantes en el Guetto: Hashomer Hatzair, Bund, Comunismo, Dror, Socialismo e independientes. Fue esta Organización la que hizo pública esa proclama para convocar no sólo a los judíos, sino también a toda la población polaca a sublevarse contra el opresor. Mordejai Anielevich, Josef Lewartovsky, Andrei Szmidt, Marek Edelman son nombres que no se perderán en la Historia, ya que integran ese piso que, justamente, nos permite erigirnos por sobre el reino animal y nos convierte en seres humanos plenos.
Es allí donde aflora lo más puro de la dignidad humana: en rebelarse contra la ignominia, contra la arbitrariedad, contra la barbarie, contra el despojo de la misma condición de ser seres humanos; porque los judíos habían sido condenados a ser aniquilados por los nazis por el solo hecho de serlo. La condena era el extermino total, por ese solo hecho: ser.
La expresión “solución final”, acuñada por los nazis, era solamente un eufemismo para ocultar el exterminio. Inicialmente, el genocidio iba dirigido al grupo de los judíos pero, luego, fue extendido a los homosexuales, los discapacitados, los gitanos, los testigos de Jehová, los comunistas, los opositores políticos…
Hoy recordamos con orgullo a esos valientes muchachos y muchachas que se alzaron en armas contra los verdugos nazis, en un contexto de indiferencia general; saludamos su osadía y su decisión; hacemos nuestro su mensaje y lo resignificamos en nuestra coyuntura.
Reivindicamos la Resistencia, esa que se multiplicó en guettos, campos de concentración, bosques, pantanos; esa que hizo y hace honor a la condición de seres humanos, y no de bestias.
Esa palabra —resistencia— nos habla de deseos de justicia, de dignidad, de libertad, de solidaridad, de igualdad, de paz.
La resistencia y el legado de los héroes del Guetto de Varsovia en el contexto actual
Somos plenamente conscientes de la fragilidad de la paz en el mundo actual. A la ruptura del medio ambiente, se le suma una amenaza terrible: la guerra nuclear.
Asimismo, en la actualidad, el negacionismo está resurgiendo con una fuerza inusitada y, con esta ceguera impuesta de fondo, los movimientos de extrema derecha van ganado adeptos. Durante las crisis sociales —como la actual—, la población, influenciada por el discurso oportunista de la derecha, ve una salida en las propuestas de los políticos de esta corriente.
Ocurre en Europa: con Marie Le Pen en Francia, con Aurora Dorada en Grecia y con Jobbik en Hungria. Ocurre también en nuestro país que, cuando de lo que se trata es de la lucha por una justa distribución de la riqueza, muchos ciudadanos votan en contra de sus intereses. En las democracias actuales, muchos de los votantes son influenciados por el poder de los medios—los que son controlados por los grupos que concentran el poder económico tanto nacional como internacional—. Estos tienen gran influencia sobre la opinión pública menos politizada; utilizan estrategias tales como la creación del enemigo común —al que llaman “oposición”—, la cultura del miedo y el vaciamiento de contenido al lenguaje para persuadir a los ciudadanos votantes.
Sin ir más lejos, fue por esta vía absurda que se instaló, en Argentina, el gobierno de la derecha restauradora que conforma Cambiemos.
Ya en el poder, la derecha argentina nada está dejando en pie: destruye la economía y la política de DD.HH., enfrenta a los docentes como si fueran el rival que debe ser vencido en una guerra, recibe a nazis confesos en la Casa Rosada…
Hoy, en nuestro país, volvemos a tener presos políticos; también se compran, otra vez, armas de guerra sin hipótesis de conflicto, ¿o nuevamente vamos a acompañar a los EE.UU. en sus guerras?
Conocemos las consecuencias de estas maniobras armamentistas en favor de los intereses estadounidenses: las hemos vivido en la era menemista —cuando se tomaron similares decisiones— con los atentados contra la Embajada de Israel y contra la AMIA… ¿o, acaso, las armas son para represión interna? Lo que sí sabemos es que ya han demostrado no tener ningún inconveniente en invertir miles de millones de dólares en armamento, y en usar este contra el pueblo.
En relación con nuestra colectividad, también hay un viraje de tergiversación mediática: Por ejemplo, una autoridad judicial, el fiscal Pollicita dijo, en el marco de la causa AMIA, que las víctimas eran de origen israelí, con lo que da pie a que se nos acuse de “doble lealtad”. Las víctimas, ante todo, eran ciudadanos argentinos.
Además, se avanza en el proyecto de “juicio en ausencia”, el que cuenta con el acompañamiento de la DAIA. Entendemos que esta es la forma mediante la cual el Gobierno y la DAIA quieren cerrar la causa AMIA. En sintonía con este accionar, resuena la instrucción a los fiscales, por parte del ministro Garavano, de no intervenir en la causa por encubrimiento —lo que derivó en la renuncia de los letrados—; ya no es vergüenza… es mucho peor.
En otro ámbito, pero no por eso menos preocupante, el Secretario de DD.HH., Claudio Avruj, desactivó la Alianza Internacional por la Memoria del Holocausto, negó la cifra de los 30 000 detenidos-desaparecidos y subió la apuesta al decir que duda, también, de que hayan sido 6 000 000 los judíos asesinados por el nazismo.
Podemos recordar también los dichos del ministro Esteban Bullrich sobre Ana Frank en el propio museo de la niña, y podemos prestar atención y escuchar el insólito silencio del rabino y ministro de Medio Ambiente, Sergio Bergman, no sólo ante estos dichos, sino también ante el desastre ambiental que no cesa en nuestro territorio.
Estas expresiones —o su ausencia— no son casuales; forman parte de un plan: el de instalar y luego repetir, insistentemente, conceptos a la población, reminiscencias del: “Miente, miente, que algo quedará…” del tristemente famoso Joseph Goebbels.
Encuentro una crucial similitud entre la dirigencia judía del Guetto y la del stablishment de la colectividad en nuestro país: el arrogase la representación política de toda la colectividad.
Sabido es que eso no es exacto. Ni a nosotros ni a miles de argentinos judíos nos representa la conducción de la DAIA. Ambas dirigencias, la del Guetto y la local, abandonaron a sus bases: la de ayer, traicionando a sus hermanos y, la de hoy, emparentada con el gobierno de Cambiemos, aplicando el doble rasero ante los casos de antisemitismo y ante las visitas de nazis a la casa Rosada, ya que nada han dicho y nada han exigido al gobierno actual ante tales aberraciones. Yo no tengo dudas de que la historia los juzgará.
En el mundo entero peligra la paz. Cruel e impiadoso, el capitalismo apátrida requiere pobres para optimizar sus ganancias. Ayer fueron los gitanos y los judíos —entre otros—; hoy, son los migrantes —víctimas del mismo capitalismo y de las guerras imperialistas—, estigmatizados, condenados al hambre por el sistema neoliberal.
El ICUF, hace unos años, acuña la frase: “Un genocidio, todos los genocidios”. Cada uno de estos marcó un hito en la Historia de la Humanidad, aunque es el genocidio económico el que mayor cantidad de víctimas generó y genera diariamente; el que siembra hambre y miseria en el mundo. Nuestro aporte a la prevención de nuevos genocidios es diaria, mediante la transmisión de lo que pasó, en forma dinámica, para que las nuevas generaciones sean educadas en el cabal conocimiento de los anteriores, y así puedan prevenir que no haya uno próximo.
El conflicto israelí-palestino, hoy: basta de genocidios
Medio Oriente nos interpela: se cumplen 70 años de la partición de Palestina, y 50 años de la Guerra de los Seis Días o el inicio de la ocupación.
Hoy, como ayer, seguimos con nuestra idea fuerza: “Dos pueblos – dos Estados”, con todos los atributos de la soberanía, fronteras seguras anteriores al conflicto de 1967, y solución negociada al conflicto de los refugiados y demás desavenencias.
El conflicto activa un nuevo tipo de antisemitismo: el antisemitismo generado, ni más ni menos, que por los israelíes, aquellos que gobiernan el Estado judío, el país creado por las Naciones Unidas para los judíos por su condición de víctimas de la barbarie. ¡Qué paradoja! Las víctimas convertidas en victimarios.
Gran parte del mundo protesta contra la política expansionista de Israel, pero a su gobierno parece no importarle, ya que cada día da un paso más para convertirse en un Estado fascista.
Tanto en Palestina como en Israel hay sectores que bregan por la paz. Debemos, con fuerza, darles nuestro apoyo. En una sociedad como la israelí, muchas veces, los pacifistas son denostados como antisemitas y perseguidos políticamente.
El legado vivo del valor de la vida, de la resistencia en pos de la libertad y de la paz
El año pasado tuve oportunidad de visitar Varsovia, Cracovia y Bialistok, donde nació mi Bobe. Las sensaciones son variadas. Uno, en tantos años, escuchó… leyó… vio… Pero nada como la realidad, la que superó todo lo que había imaginado.
Recorrer Varsovia, ver el monumento a los Héroes, llegar a Mila 18, caminar sobre la línea grabada en el piso que separaba el adentro y el afuera del Guetto la que, en ese momento, separaba la vida de la muerte; distinguir el mar de escombros en que se convirtió el Guetto, advertir un edificio que emula la sinagoga explotada por los nazis para festejar la destrucción del Guetto, escuchar la historia contada por los polacos… Muy fuerte. Llegar a Auschwitz-Birkenau, el mayor complejo de la muerte creado por el Hombre, si es que les cabe el título. No deja de sorprender por su extensión y por su disposición para asesinar a casi un millón de judíos.
Llegar a la puerta de la fábrica de Schindler, devenida en museo. Para algunos, hoy, Schindler fue un héroe por haber salvado a más de 1 000 judíos; yo no quise entrar a la fábrica de un colaboracionista nazi, arrepentido. Esos no son mis héroes, como en verdad lo son los jóvenes de la OJC y los partizaner.
Bialistok supo tener una población de alrededor de 50 000 judíos. Hoy, con una población de 300 000 habitantes, sólo la habitan dos judíos. Todo rastro de nuestro paso por allí está destruido; apenas hay un cementerio sin lápidas, sólo un piso de cemento para llorar a las víctimas. Donde estaba el templo, sólo queda su cúpula, descuidada, en un estacionamiento de monoblocks pero, como me dijo un amigo antes de ir: “Por lo menos se puede ver el mismo cielo que ellos antes de partir”.
Qué lección de vida que nos dejaron los combatientes ante la adversidad: la unión, la lucha por la dignidad, la vida, la libertad, la esperanza de que su ejemplo se replique.
Ellos entendieron que la única batalla que con seguridad se pierde es la que no se libra.
Hoy, nuestra batalla es cultural, debemos buscar la unidad de acción: las fuerzas que enfrentamos son muy poderosas, tanto que pueden destruir el Planeta con su poder bélico. Ese es el sentido de recordar el Levantamiento del Guetto: estar presentes en la lucha por un mundo justo, libre, democrático, equitativo, solidario.
Hagamos nuestro su legado, vayamos juntos en busca de Nuestra y Vuestra libertad. No olvidamos – No perdonamos a los genocidas de ayer ni de hoy.
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