Una popular canción de Bob Dylan pregunta: “Y cuánto tiempo deberán volar las balas del cañón/ antes de que las prohíban para siempre? La respuesta, mi amigo- dicen – está soplando en el viento…” y es un sonido que misteriosamente ni anuncia ni callar, pero que nos prosigue interrogando.
Cuando hace pocos días recordábamos esos aciagos días de nuestra historia reciente de la dictadura cívico-militar, también citábamos esa secuela terrible que fue la guerra del Atlántico Sur como parte de su intento de perpetuarse en el poder y su inclemente saldo de más de 800 jóvenes muertos, otros incontables con un futuro empequeñecido y nuestros reclamos de soberanía dando varios pasos atrás.
El patético intento de los dictadores fracasó a costa de una guerra absurda desde todo punto de vista; solamente puede explicarse en el contexto de su delirio, que mostró, una vez más su rostro cruel e inhumano, que es congruente con el del terrorismo de estado que aplicó fronteras adentro.
No hay justificación alguna para la guerra. Esa guerra solo sirvió para que la OTAN reforzara sus planes bélicos y convirtiera al archipiélago de las Islas Malvinas en una verdadera fortaleza, en una base militar nuclear y un formidable portaaviones direccionado a América del Sur, África y el Océano Indico.
En esta fecha recordamos a los caídos que defendieron la soberanía. Nos solidarizamos con los familiares de las víctimas y las honramos, como también repudiamos a los traidores de distinta laya. No es una cuestión individual. Es una responsabilidad colectiva, que forma parte de la construcción de un concepto verdaderamente patriótico.
Las negociaciones acerca de soberanía de las Islas Malvinas tienen que ver también con la paz mundial. Por eso es que numerosos países se pronuncian por compromisos entre Argentina y Gran Bretaña, mostrando que tanto el militarismo como el colonialismo constituyen un verdadero insulto en pleno s.XXI.
Las Islas Malvinas y demás archipiélagos del Atlántico Sur son parte de la República Argentina y los reclamos por ellas son justos y deben resolverse en el marco del derecho internacional y las vías pacificas.
Pero allí no termina la cuestión de la soberanía. No debería existir una contradicción entre políticas externas e internas. La soberanía también implica la protección del patrimonio nacional, la preservación de nuestros recursos naturales, el cuidado del medio ambiente, la redistribución de la riqueza a favor de los más humildes, el desarrollo armónico, la integración social y nacional. Descolonización, soberanía y paz deben ser parte de un programa emancipador que se conjugue con democracia ampliada, equidad social, protagonismo popular. Ese es el proyecto de país para el que trabajamos.
El ICUF (Idisher Cultur Farband / Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina) en este Día del Veterano y Caídos en la Guerra Malvinas convoca a todo el pueblo argentino a respaldar las iniciativas de paz como forma de garantizar nuestra soberanía en el sentido mas estricto del concepto: por encima del pueblo, nada.
Sr. Marcelo Horestein | Secretario
Prof. Daniel Silber | Presidente
Deja tu comentario