Se cumple hoy un nuevo aniversario de la muerte del ex fiscal Alberto Nisman, encargado de la Unidad Especial para el esclarecimiento del bestial atentado a la AMIA, quién se convirtió –de la noche a la mañana- en un héroe para una parte de la ciudadanía argentina, aunque durante toda su gestión al frente de ese organismo fue incapaz de producir alguna prueba que generara alguna luz sobre el cometido para el que había sido designado.
A 6 años de su muerte, se dieron a conocer una sucesión de serios desaciertos perpetrados por él y sus familiares más cercanos, lo cual hace poner en dudas lo afirmado a voz de cuello por una parte de nuestra sociedad, y en especial, por algunas instituciones de la colectividad judía, local e internacional.
¿A quién le era funcional la muerte del fiscal?; ¿al gobierno de entonces?, ¿a la oposición de entonces, que lo tomó como bandera y que gran parte de la población –operaciones propagandísticas mediante- hizo suyas, aunque días atrás ni sabían de su existencia?
Al gobierno de Cristina Kirchner no le beneficiaba esta muerte, tal como se demostró posteriormente. A la oposición de Macri y allegados le era absolutamente eficaz y útil para proseguir el minado de la gestión gubernamental y cosechar voluntades electorales. Pero también fue un servicio de grandes proporciones a la Justicia, que así sumó más y más confusión a la ya enrevesada trama de ocultamientos en la búsqueda de la verdad en lo relativo al atentado a la AMIA, que aún sigue transitado el camino de la impunidad; sumó a la fuerte campaña de desprestigio hacia la administración vigente, desarrollada por los medios de comunicación hegemónicos, que hoy mismo trabajan de la misma manera; sirvió a los intereses de potencias extranjeras que aspiraban (y aspiran) a señalar un enemigo en el concierto internacional con el objetivo de hacerlo blanco de sus ataques. Al instalar como verdad revelada un asesinato que no se pudo probar, sembraron una duda de escalas siderales en detrimento del sentido de la moral, de la justicia y de la verdad. Magistrados cómplices, periodistas venales y políticos corruptos abonaron con tesón un camino plagado de mentiras con el solo objetivo de llegar al gobierno.
Lo cierto es que en la actualidad, no se sabe nada de tal investigación. Lo que sí se ha probado es que han habido manejos oscuros de ingentes fondos, muchos de ellos carentes de una explicación lógica, y que el fiscal no ha provisto ninguna acción que acredite su labor durante años. Hubieron quienes encontraron un su figura a un mártir. Más resulta que ese mártir no tenía aureolas santas y que millones de personas –la gran mayoría honestas- se dejaron llevar por emociones primarias construidas arteramente. Haber estructurado semejante escenario fue altamente nocivo y pernicioso para el funcionamiento republicano, permitiendo dar paso a una de las administraciones más nefastas y perjudiciales para el pueblo y la Nación argentinas.
Resulta que, como en tal momento fueron “Todos somos Nisman”, después fueron “Somos todos Vicentin”, y así sucesivamente se va instalando un peligrosísimo discurso con consignas simples, que atrapan a la gente en una maraña de mentiras, información y desinformación que luego causan estragos.
Desde el ICUF (Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina) queremos que las operaciones políticas y mediáticas se dejen de lado y terminar con la impunidad, de modo que ninguna de estas podredumbres sigan contaminando nuestras vidas cotidianas e institucionales. Queremos saber la verdad.
Marcelo Horestein Presidente
Alejandro Steinman Secretario General
Deja tu comentario