Las próximas elecciones definirán cuál será el futuro de nuestro país. Hacia dónde se oriente será crucial, ya que puntualizará el horizonte de un futuro inmediato, pero también otro a más largo plazo.

Todos sabemos de dónde venimos y a dónde no queremos retornar. Los dolores del pasado fueron demasiado hirientes como para olvidarlos y las huellas que dejaron aún se sienten en nuestras vidas cotidianas.

Hablamos no sólo de la crisis 2001-2002 —con su secuela de trueques, cuasimonedas, desocupación, comedores populares, inflación y un largo etcétera en temas socio-culturales—, sino que también nos referimos a la larga década neoliberal, la que además de haber destruido gran parte del patrimonio construido por el pueblo argentino a lo largo de décadas, también tuvo brutal incidencia en la modificación raigal de usos, costumbres, ideas, acciones, culturas, actitudes.

La conciencia social se vio seriamente afectada por el egoísmo, individualismo, “sálvese quien pueda”, arribismo, abandono de proyectos colectivos y del sentido de lo nacional, desprecio hacia sectores populares y/o minoritarios, consumismo. A esa situación NO QUEREMOS VOLVER – NO PODEMOS VOLVER. Es por esto por lo que es importante ver quiénes están festejando y quiénes no.

Lo que sí queremos es soñar y contribuir en la construcción de un país que no esté hipotecado a futuro, que abra las perspectivas del trabajo, de la educación, de la salud, de la vivienda, de la previsión social a los más desprotegidos; que garantice un desarrollo armónico e integral de todo el territorio de la Nación y a todos su habitantes, que aquellos que por distintos motivos se han visto postergados tengan las oportunidades necesarias para crecer y desarrollarse en plenitud sin condicionamiento alguno, que las jóvenes generaciones tengan motivos para imaginar su mañana sin temores de ningún tipo.

Queremos seguir siendo parte de un proceso en el que haya más y más libertades, más y más derechos, más y más logros al alcance de las grandes mayorías; de una democracia más amplia, más perfecta, más solidaria; de una justicia más imparcial y ecuánime; de una distribución de la riqueza que contemple —de modo esencial— la equidad, la responsabilidad social, el compromiso, y no se agote en el frío cálculo de la ganancia.

Queremos poder mirar a nuestros hermanos latinoamericanos y caribeños de igual a igual, sabiéndonos parte de los mismos proyectos de emancipación y soberanos. No pecamos de ignorancia ni de liviandad reconociendo que hay una deuda contraída y una responsabilidad por cumplir. Muchas expectativas quedaron truncas y hay caminos a medio recorrer —cuando se los hubiera podido transitar más rápido, mejor y con más realizaciones—; hay que dejar de lado cualquier tipo de soberbia, voluntarismo o arrogancia, ya que éstos achican los espacios de debate e intercambio, espacios que son sustituidos por la “palabra exclusiva” y final, y la unilateralidad; hay que aceptar críticas, otras opiniones y nuevos puntos de vista.

Está en todos nosotros, en la sociedad activa, no desentendernos de lo que sucede, exigir ser protagonistas, construir las herramientas colectivas indispensables y los criterios para que ese “pagaré” se salde. En momentos en que el horizonte aparece más lejano, conviene siempre tener presente al filósofo holandés de origen judío Baruj Spinoza, que vivió en el siglo XVII, quien dijo que: “En política no hay que reír ni llorar, sólo comprender”. Comprendiendo, sabemos diferenciar que hay una perspectiva.

A ésta es a la que invitamos a todos nuestros asociados, amigos, compañeros, compatriotas: a sumarse sin vacilar.

Sr. Marcelo Horestein | Secretario
Prof. Daniel Silber | Presidente