14 de Diciembre de 2015. Por Sergio Arelovich* | Las estadísticas muestran que las ganancias por productividad en los últimos años fueron a parar al capital. El salario mínimo, vital y móvil.

Sergio Arelovich. Foto: Sofía Alberti 

Dentro de la familia de escenarios anunciados por el nuevo elenco ministerial, el nuevo ocupante del Ministerio de Trabajo ha subrayado que volverá a tenerse en cuenta la productividad como unidad de monitoreo a fin de determinar niveles y criterios de ajuste de los salarios. Esto es una vuelta a los noventa o más aun al siglo XVIII. La propuesta repite el intento de asociar a los trabajadores a las pérdidas pero no a las ganancias.

Lo evidente

En Argentina, Indec mide regularmente sólo la productividad industrial, dato emergente de encuestas a empresas cuya frecuencia ha ido cambiando pero que refiere a un mismo conjunto de ítems. Los más relevantes son el volumen físico de la producción, el número de trabajadores ocupados, las horas trabajadas, el valor bruto de la producción, los salarios medios y la masa salarial total. Esto permite leer el comportamiento de la productividad física por hora trabajada, por obrero ocupado y ver a qué bolsillo fue a parar la variación de la productividad, si al capital o al trabajo.

El cuadro que acompaña esta nota muestra la evolución retrospectiva de mediano plazo de este conjunto de parámetros en una serie que comienza en 1997 y termina en 2015. Allí puede verse que el volumen físico producido en 2015 es 80,5% superior al del inicio de la serie, que -como se ve- ha estado en proceso de descenso a partir del inicio del ciclo recesivo en 1998 hasta 2005.

Que luego de la crisis de 2001, la tendencia en materia de empleo industrial no ha dejado de crecer, aunque el nivel hoy sea similar al de 1997, esencial aunque no exclusivamente por motivos de innovación tecnológica y/o de procesos y por el comportamiento del complejo automotriz. En 2014 y 2015 hubo una caída en el empleo industrial respecto del quinquenio inmediato precedente.

Uniendo ambas dimensiones (volumen físico y puestos de trabajo) la primera conclusión es que la productividad de la mano de obra en 2015 es 85,2% superior a la de 1997. Sin embargo, es más preciso considerar las horas efectivamente trabajadas en vez de los trabajadores ocupados.

Tal resultado se expresa en la columna V, la que muestra que a fines de 2015 es 101,4% superior al del inicio. La productividad física horaria se duplicó en el período analizado, mirando los extremos de la serie. El salario real experimentó una caída abrupta a partir de 1998 y desde el reinicio de las negociaciones colectivas en 2004-2005 tuvo una tendencia creciente, no obstante los descensos registrados en 2007, 2013 y 2015. El costo salarial resultante es menor que la evolución del salario real, dada la caída del número de horas trabajadas.

Por último, la comparación entre la evolución de la productividad versus el costo salarial permite ver quién se quedó con la diferencia. El resultado –exhibido en la columna IX– es previsible, hace a la naturaleza sistémica, de lo contrario no habría acumulación del capital. La relación a favor del capital creció a ritmos significativos entre 1997 y 2004. En 2005 se retrotrajo a los niveles del 2000. En 2006 volvió a descender pero siempre por encima de los niveles iniciales. A partir de 2007 retomó la marcha ascendente aunque a velocidades diferentes de las registradas en los noventa. El dato del final de 2015 dice que la relación entre productividad y costo salarial es 21,1% superior que la de 1997. Es claro: las ganancias por productividad fueron a parar al capital y no al salario, sólo atenuadas por el tenor de los acuerdos salariales registrados desde 2004-2005 en adelante.

El salario

Es el precio más importante de la economía porque remunera la fuerza de trabajo, el despliegue intelectual y físico durante la jornada de trabajo. Y lo es por dos motivos: a) porque permite la reproducción de la fuerza de trabajo a nivel de cada hogar; b) porque en nuestro país el 83% de las personas activas perciben remuneración de tenor salarial sea público, privado, en blanco, en negro o trabajadores disfrazados de independientes en clara evidencia de fraude laboral.

El pensamiento neoclásico considera que aquel precio debe ser fijado por el mercado.

Desde una perspectiva heterodoxa, apoyada en la tradición marxista, el salario debe ser fijado por el conjunto de los precios de aquello que requiere el hogar de los trabajadores para satisfacer sus necesidades, las elementales y las secundarias.

Las conquistas sociales alcanzadas durante el siglo XX y XXI han logrado dar estatus legal a tales conceptos a lo ancho y largo de todo el planeta.

En nuestro país el antecedente del decreto 33302/45 fue homologado en el artículo 14 bis de la Constitución nacional, en la ley 20.744 de contrato de trabajo y en la ley 24.013 de empleo.

La propia noción de productividad debiera ser objeto de revisión tanto en lo académico como en lo relacional, sobre todo teniendo en cuenta las dimensiones ausentes tales como los efectos sociales, climáticos, de sostenibilidad productividad, de eficiencia energética. La iniciativa anunciada pretende discutir sólo una cosa: que los trabajadores se asocien a las pérdidas pero no a las ganancias.

*Sergio Arelovich, economista, asesor de diversos sindicatos. Nota publicada en el Suplemento Economía de La Capital 

Fuente: http://www.lacapital.com.ar/economi…